jueves, 3 de noviembre de 2011

Resumen Primer tomo, sección tercera, Capitulo 8 ( II parte)

2.  El hambre de trabajo excedente. Fabricante y boyardo.

El trabajo excedente no fue inventado por el capital. Dondequiera que una parte de la sociedad posee el monopolio de los medios de pro-(pag.180) ducción nos encontramos con el fenómeno de que el trabajador, libre o esclavizado, tiene que añadir al tiempo de trabajo necesario para poder vivir una cantidad de tiempo suplementario, durante el cual trabaja para producir los medios de vida destinados al propietario de los medios de producción, dando lo mismo que este propietario sea el...ateniense, el teócrata etrusco, el civis romanus, el barón normando, el esclavista norteamericano, el boyardo de Valaquia, el terrateniente moderno, o el capitalista.
Sin embargo, es evidente que en aquellas sociedades económicas en que no predomina el valor de cambio, sino el valor de uso del producto, el trabajo excedente  se haya circunscrito a un sector más o menos amplio de necesidades, sin que del carácter mismo de la producción brote un hambre insaciable de trabajo excedente.
Por eso donde en la Antigüedad se revela el más espantoso trabajo sobrante es allí donde se trata de producir el valor de cambio en su forma específica de dinero, es decir, en la producción de oro y plata. En estas ramas, la forma oficial del trabajo excedente son los trabajos forzados hasta la muerte. Para convencerse de ello, basta leer a Diodoro Sículo. Sin embargo, en el mundo antiguo, esto no pasa de ser excepcional.
Pero, tan pronto como los pueblos cuyo régimen de producción se venía desenvolviendo en las formas primitivas de la esclavitud, prestaciones de vasallaje, etc., se ven atraídos por el mercado mundial en que impera el régimen capitalista de producción y donde se impone a todo el interés de dar salida a los productos para el extranjero, los tormentos bárbaros de la esclavitud, de la servidumbre de la gleba, etc., se ven acrecentados por los tormentos civilizados del trabajo excedente.
Por eso en los Estados norteamericanos del Sur el trabajo de los negros conservó cierto suave carácter patriarcal mientras la producción se circunscribía sustancialmente a las propias necesidades. Pero, tan pronto como la exportación de algodón pasó a ser un resorte vital para aquellos Estados, la explotación  intensiva del negro se convirtió en factor de un sistema calculado y calculador, llegando a darse casos de agotarse en siete años de trabajo la vida del trabajador.
Ahora, ya no se trataba de arrancarle una cierta cantidad de productos útiles. Ahora, todo giraba en torno a la producción de plusvalía por la plus-(pag.181)valía misma. Y otro tanto aconteció con las prestaciones de vasallaje, v.gr. en los principados del Danubio.
Ofrece especial interés comparar el hambre de plusvalía que impera en los principados del Danubio con la que reina en las fábricas inglesas, por una razón: porque en las prestaciones de los vasallos la plusvalía reviste forma sustantiva y tangible.
Supongamos que la jornada de trabajo abarca 6 horas de trabajo necesario y 6 horas de trabajo excedente. Tendremos que el obrero libre suministra al capitalista, al cabo de la semana, 6  x  6, es decir, 36 horas de trabajo sobrante. Es lo mismo que si trabajase 3 días de la semana para sí mismo y 3 días gratis para el capitalista. Sólo que esto no se ve. El trabajo excedente y el trabajo necesario se confunden, formando un bloque. Podríamos, por tanto, expresar también esta proporción diciendo que de cada minuto de trabajo del obrero trabaja 30 segundos para sí y 30 segundos para el capitalista, y así sucesivamente.
En las prestaciones  del  vasallo las cosas se presentan de otro modo. El trabajo necesario que realiza, por ejemplo, el campesino de la Valaquia para poder vivir no se confunde en el espacio con el trabajo excedente que rinde para el boyardo. El primero lo realiza en su propia tierra, el segundo en la finca del señor. Las dos partes que integran el tiempo de trabajo adoptan, por tanto, una existencia independiente. Bajo la forma de prestación de vasallaje, el trabajo excedente aparece claramente desglosado del trabajo necesario.
Esta forma diversa de manifestarse no altera para nada, evidentemente, la proporción cuantitativa entre ambas clases de trabajo. Tres días de trabajo excedente a la semana siguen siendo, llámese prestación de vasallaje o trabajo asalariado, tres días de trabajo por los que el obrero no percibe equivalente alguno. Sin embargo, para el capitalista, el hambre de trabajo excedente se traduce en el impulso desmedido de alargar la jornada de trabajo, mientras que para el boyardo provoca, sencillamente, la codicia de aumentar los días de prestación.(pag.182)

No hay comentarios:

Publicar un comentario