martes, 22 de noviembre de 2011

Resumen Primer tomo, sección cuarta, Capitulo 10.

SECCIÓN CUARTA

LA PRODUCCIÓN DE LA PLUSVALÍA RELATIVA

CAPÍTULO X


CONCEPTO DE LA PLUSVALÍA RELATIVA

Hasta aquí, hemos venido considerando la parte de la jornada de trabajo que se limita a producir un equivalente del valor de la fuerza de trabajo abonado por el capital como una magnitud constante, como lo es en realidad bajo determinadas condiciones de producción, al llegar a una cierta fase de desarrollo económico de la sociedad. Pero, después de cubrir este tiempo de trabajo necesario, el obrero puede seguir trabajando 2, 3, 4, 6 y más horas. De la magnitud de esta prolongación dependen, como veíamos, la cuota de plusvalía y la duración de la jornada de trabajo.
Por tanto, si el tiempo de trabajo necesario es constante, la jornada de trabajo total representa, por el contrario, una magnitud variable.
Tomemos ahora una jornada de trabajo cuya duración y cuya división en trabajo necesario y trabajo excedente  sean factores dados. Supongamos, por ejemplo, que la línea a c, o sea  a----------b--c representa una jornada de trabajo de 12 horas, el segmento a – b 10 horas de trabajo necesario y el segmento b – c 2 horas de trabajo excedente. ¿ De qué modo se puede acrecentar la producción de plusvalía, es decir, el trabajo excedente, sin alargar más la línea a – c o independientemente de cualquier otra prolongación de esta línea ?
Partiendo de los límites fijos de la jornada de trabajo a – c, la línea b – c puede prolongarse no desplazando su punto final c, que es intangible, puesto que constituye al mismo tiempo el punto final de la jornada, sino desplazando hacia atrás, hacia a, su punto inicial, b.
Supongamos que en la línea a---------b`-- b---c el segmento b`-- b equivale a la mitad de    b –- c o a una hora de trabajo. Si en la jornada de trabajo de 12 horas representada por la línea a – c el punto b pasa a ocupar el puesto de b`, el segmento b -– c se prolongará hasta adquirir las proporciones de b`-- c y el trabajo excedente aumentará en un 50%, de 2 horas a 3 horas, a pesar de mantenerse intacta, en sus 12 horas, la jornada de trabajo.
Pero, para que el trabajo excedente pueda prolongarse de  b -- c  a  b´ - c, de 2 horas a 3, es indispensable... que el trabajo necesario se comprima de a – b  a  a – b´, de 10 horas a 9 horas.
En estas condiciones, la prolongación del trabajo excedente  lleva aparejada la reducción del trabajo necesario; es decir, exige que una parte del tiempo de trabajo que el obrero venía empleando para sí mismo se convierta en tiempo de trabajo invertido para el capitalista. Lo que (pag.250) varía no es la longitud de la jornada de trabajo, sino su división en trabajo necesario y trabajo excedente.
Por otra parte, la magnitud del trabajo excedente va ya implícita...en la magnitud de la jornada y en el valor de la fuerza de trabajo, cuando estos dos factores son conocidos.
El valor de la fuerza de trabajo, es decir, el tiempo de trabajo necesario para su producción, determina el tiempo de trabajo necesario para la reproducción de su valor. Si una hora de trabajo, supongamos, se representa por una cantidad de oro de medio chelín, o 6 peniques, y el valor diario de la fuerza de trabajo asciende a 5 chelines, el obrero deberá trabajar 10 horas al día para reponer el valor diario de su fuerza de trabajo desembolsado por el capital o producir el equivalente del valor de los medios de vida necesarios para sostenerse durante un día. En el valor de estos medios de vida va implícito el valor de su fuerza de trabajo, y en el valor de ésta la magnitud de su tiempo de trabajo necesario.
Pero la magnitud del trabajo excedente  se obtiene descontando de la jornada total el tiempo de trabajo necesario. Si de doce horas quitamos diez, quedan dos, y no es fácil comprender que, en las condiciones que dejamos expuestas, pueda prolongarse el trabajo excedente más de dos horas.
Claro está que el capitalista  puede abonar al obrero, en vez de 5 chelines, 4 chelines y medio, o menos todavía... Mas para conseguir esto sólo hay un camino: hacer descender el salario del obrero por debajo del valor de su fuerza de trabajo...Por el momento, este método, que desempeña un papel muy importante en el movimiento real de los salarios, queda excluido de nuestras consideraciones, por una razón: porque aquí partimos del supuesto de que las mercancías, incluyendo entre ellas la fuerza de trabajo, se compran y venden siempre por todo su valor.
Sentado esto, es evi-(pag.251) dente que el tiempo de trabajo necesario para producir la fuerza de trabajo o reproducir su valor no disminuirá por el mero hecho de que el salario del obrero quede por debajo del valor de su fuerza de trabajo, sino que para ello será indispensable que disminuya este mismo valor.
Dada la duración de la jornada de trabajo, el trabajo excedente sólo puede prolongarse reduciendo el tiempo de trabajo necesario, pero no al revés, acortarse el tiempo de trabajo necesario prolongando el trabajo excedente.
En nuestro ejemplo, para que el tiempo de trabajo necesario se reduzca en 1/10, de 10 horas a 9, y como consecuencia de ello, el trabajo excedente aumente de 2 horas a 3, es indispensable que el valor de la fuerza de trabajo disminuya también efectivamente en 1/10.
Pero, al descender en 1/10 el valor de la fuerza de trabajo, será necesario que la misma masa de medios de vida que antes se producía en 10 horas se produzca ahora en 9. Para ello, es indispensable que la capacidad productiva del trabajo aumente.
Ha de producirse, pues, una revolución en las condiciones de producción de su trabajo, es decir, en su régimen de producción y, por tanto, en el propio proceso de trabajo. Por aumento de la capacidad productiva del trabajo entendemos un cambio cualquiera sobrevenido en el proceso de trabajo, por virtud del cual se reduce el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de una mercancía; es decir, gracias al cual una cantidad más pequeña de trabajo adquiere potencia suficiente para producir una cantidad mayor de valores de uso.
Así, pues, mientras que hasta aquí,...partimos siempre de un régimen de producción dado, ahora que se trata de obtener plusvalía convirtiendo el trabajo necesario en trabajo excedente, no basta, ni mucho menos, que el capital se adueñe del proceso de trabajo en su forma tradicional, tal y como lo encuentra, limitándose a prolongar su 89.-
duración. Para conseguir esto, tiene que transformar las condiciones técnicas y sociales del proceso de trabajo, y, por tanto, el mismo régimen de producción hasta aumentar la capacidad productiva del trabajo, haciendo bajar de este modo el valor de la fuerza de trabajo y disminuyendo así la parte de la jornada de trabajo necesaria para la reproducción de ese valor.
La plusvalía producida mediante la prolongación de la jornada de trabajo es la que yo llamo plusvalía absoluta; por el contrario, a la que se logra reduciendo el tiempo de trabajo necesario, con el consiguiente cambio en cuanto a la proporción de magnitudes entre ambas (pag.252) partes de la jornada de trabajo, la designo con el nombre de plusvalía relativa.
Para que disminuya el valor de la fuerza de trabajo, el aumento de la capacidad productiva de éste tiene que afectar a ramas industriales cuyos productos determinen aquel valor y que, por tanto, figuren entre los medios de vida habituales o puedan suplirlos. Pero el valor de una mercancía no depende solamente de la cantidad de trabajo que le imprime la forma con que se lanza al mercado, sino que depende también de la masa de trabajo contenida en sus medios de producción. Así, por ejemplo, el valor de una bota no depende solamente del trabajo del zapatero, sino también del valor del cuero, del hilo, de la pez, etc. El aumento de la capacidad productiva y el correspondiente abaratamiento de las mercancías en aquellas industrias que suministran los elementos materiales del capital constante, los instrumentos de trabajo y los materiales para la elaboración de los medios de vida necesarios, contribuyen, por tanto, a hacer bajar el valor de la fuerza de trabajo. En cambio, si se da en ramas de producción que no suministran medios de vida necesarios ni medios de producción para fabricarlos, el aumento de la capacidad productiva deja intacto aquel valor.
Cuando, por ejemplo, un determinado capitalista abarata las camisas intensificando la capacidad productiva del trabajo, no es necesario que su intención sea, ni mucho menos, disminuir proporcionalmente el valor de la fuerza de trabajo y, por tanto, el tiempo de trabajo necesario,  pero sólo contribuyendo de algún modo a este resultado contribuirá a elevar la cuota general de plusvalía. No hay que confundir las tendencias generales y necesarias del capital con las formas que revisten.
Aquí no tratamos de analizar cómo se manifiestan en la dinámica (pag.253) externa de los capitales las leyes inmanentes de la producción capitalista, cómo se imponen como otras tantas leyes imperativas de la concurrencia y cómo, por tanto, se revelan a la conciencia del capitalista individual como motivos propulsores; pero lo que desde luego puede asegurarse, por ser evidente, es que para analizar científicamente el fenómeno de la concurrencia hace falta entender la estructura interna del capital, del mismo modo que para interpretar el movimiento aparente de los astros es indispensable conocer su movimiento real, aunque imperceptible para los sentidos.
Si representamos una hora de trabajo por una cantidad de oro de 6 peniques, o medio chelín, tendremos que en 12 horas de trabajo se producirá un valor de 6 chelines. Supongamos que, con una capacidad productiva dada, durante estas 12 horas de trabajo se elaboran 12 piezas de mercancía y que el valor de los medios de producción, materias primas, etc., consumidos para fabricar cada una de estas 12 piezas es de 6 peniques. En estas condiciones, cada mercancía fabricada  costará 1 chelín, del cual 6 peniques corresponderá al valor de los medios de producción empleados, y los 6 peniques restantes al valor nuevo creado por su fabricación. Supongamos ahora que un capitalista consigue duplicar la fuerza productiva del trabajo, produciendo al cabo de la jornada de doce horas 24 piezas en vez de 12. Si el valor de los medios de producción permaneciese invariable, el valor de cada mercancía descendería ahora a 9 peniques: 6 correspondientes al valor de los medios de producción empleados y 3 al nuevo valor que les añade el trabajo invertido.
Como se ve, a pesar de haberse duplicado la fuerza productiva, la jornada de trabajo sigue produciendo un valor nuevo de 6 chelines, aunque este valor se distribuya ahora entre el doble de productos que antes. A cada producto le corresponde, por tanto 1/24 en vez de 1/12 del valor total, o sean 3 peniques en lugar de 6; o dicho en otros términos, al transformarse en producto los medios de producción, éstos, calculando por piezas, sólo absorben media hora de trabajo en vez de una como antes.
El valor individual de esta mercancía sería inferior a su valor social, es decir, costaría menos tiempo de trabajo que la gran masa del mismo artículo producido en las condiciones sociales medias. Cada pieza de esta mercancía cuesta, por término medio, 1 chelín...representa 2 horas de trabajo social; al cambiar el régimen de producción, su costo se reduce a 9 peniques...sólo encierra 1,5 horas de trabajo.
Pero, el valor real de una mercancía no lo indica su valor individual, sino su valor social; es decir, no se mide por el tiempo efectivo que exige del productor en cada caso concreto, sino por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción.
Por tanto, si el capitalista montado sobre los nuevos métodos vende su mercancía por su valor social de 1 chelín, la venderá 3 peniques por encima de su valor individual, realizando así una plusvalía extraordinaria de 3 peniques. (pag.254) 
Mas, por otra parte, la jornada de trabajo de 12 horas, que antes arrojaba 12 piezas de la mercancía fabricada, ahora arroja, para él, 24. Por tanto, para dar salida al producto de una jornada de trabajo, este productor necesitará contar con doble demanda o con un mercado doblemente mayor.
Suponiendo que las demás circunstancias no varíen, sus mercancías sólo lograrán conquistar un mercado mayor a fuerza de reducir el precio. El fabricante colocado en esta situación se verá, pues, obligado a vender sus productos por encima de su valor individual, pero por debajo de su valor social, a 10 peniques la pieza por ejemplo. Esto le permitirá, a pesar de todo, sacar de cada pieza vendida un plusvalía extraordinaria de 1 penique. Y este beneficio extraordinario le favorece, aunque su mercancía no figure entre los medios de vida indispensables y aunque, por tanto, no contribuya a determinar el valor general de la fuerza de trabajo. Como se ve, aun prescindiendo de esta circunstancia, todo capitalista individual tiene sus motivos para abaratar las mercancías intensificando la fuerza productiva de trabajo.
El trabajo, cuando su fuerza productiva es excepcional, actúa como trabajo potenciado, creando en el mismo espacio de tiempo (pag.255)  valores mayores que el trabajo social medio de la misma clase.
Sin embargo, nuestro capitalista sigue calculando los mismos 5 chelines de antes por el valor de un día de fuerza de trabajo. Por tanto, el obrero sólo necesita, para reproducir este valor, que antes le costaba 10 horas,  71/5. Es decir, que su trabajo excedente es ahora 2 4/5 horas mayor y la plusvalía que produce aumenta de 1 chelín a 3.
Esto permite al capitalista que aplica métodos de producción perfeccionados apropiarse en forma de trabajo excedente una parte mayor de la jornada en comparación con los demás capitalistas de la misma rama industrial. Hace individualmente lo mismo que hace en grande y en conjunto el capital en la producción de la plusvalía relativa.
Pero esta plusvalía extraordinaria desaparece tan pronto como el nuevo método de producción se generaliza, borrándose con ello la diferencia entre el valor individual de las mercancías producidas en condiciones de mayor baratura y su valor social.
La misma ley de la determinación del valor por el tiempo de trabajo, que los capitalistas dotados de métodos nuevos perciben en el hecho de poder vender sus mercancías por menos de su valor social, obliga a sus competidores, por la fuerza de la concurrencia, a implantar los nuevos métodos de producción. Como se ve, todo este proceso sólo afecta a la cuota general de plusvalía cuando la intensificación de la fuerza productiva del trabajo  abarata aquellas ramas de producción y aquellas mercancías que figuran entre los medios de sustento necesarios influyendo, por tanto, en el valor de la fuerza de trabajo.
El valor de las mercancías esta en razón inversa a la fuerza productiva del trabajo. Y otro tanto acontece con el valor de la fuerza de trabajo, ya que éste se halla determinado por los valores de las mercancías. En cambio, la plusvalía relativa está en razón directa a la fuerza productiva del trabajo, aumentando cuando ésta aumenta, y disminuyendo cuando ella disminuye.
Por eso es afán inmanente y ten-(pag.256)dencia constante del capital reforzar la productividad de trabajo para de este modo abaratar las mercancías, y con ellas los obreros.
Al capitalista que la produce le tiene sin cuidado... el valor absoluto que la mercancía tenga. A él sólo le interesa la plusvalía que encierra y que puede realizar en el mercado. La realización de la plusvalía incluye ya por sí misma la reposición del valor que se desembolsó. El hecho de que la plusvalía relativa aumente en razón directa al desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, mientras que el valor de las mercancías disminuye en razón inversa a este desarrollo, siendo, por tanto, el mismo proceso que abarata las mercancías el que hace aumentar la plusvalía contenida en ellas, nos aclara el misterio de que el capitalista, a quien sólo interesa la producción de valor de cambio, tienda constantemente a reducir el valor de sus mercancías, contradicción con la que uno de los fundadores de la economía política, Quesnay, torturaba a sus adversarios, sin  lograr obtener de ellos una contestación. Como se ve, en la producción capitalista, la economía del trabajo mediante el desarrollo de su fuerza productiva no persigue como finalidad, ni mucho menos, acortar la jornada de trabajo. Tiende simplemente (pag.257) a acortar el tiempo de trabajo necesario para la producción de una determinada cantidad de mercancías.
El hecho de que un obrero, al aumentar la fuerza productiva de su trabajo, pueda producir en una hora, supongamos, diez veces más mercancías que antes, necesitando por tanto diez veces menos tiempo para la fabricación de cada ejemplar de esta mercancía, no es, ni mucho menos, obstáculo para que continúe trabajando 12 horas, como hasta allí, aunque en las 12 horas produzca 1.200 piezas en vez de 120, que producía antes. Y hasta puede ocurrir que su jornada, lejos de disminuir, se alargue,  ha-ciéndole trabajar 14 horas para producir 1.400 piezas, etc.
En la producción capitalista, el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo tiene como finalidad acortar la parte de la jornada durante la que el obrero trabaja para sí mismo, con el fin de alargar de este modo la otra parte de la jornada, durante la cual tiene que trabajar gratis para el capitalista. (pag.258)  

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