lunes, 22 de agosto de 2011

Resumen Primer tomo, sección primera, Capitulo 2.


CAPÍTULO II

EL PROCESO DEL CAMBIO


Las mercancías no pueden acudir ellas solas al mercado, ni cambiarse por sí mismas. Debemos, pues, volver la vista a sus guardianes, a los poseedores de mercancías.
Las mercancías son cosas y se hallan, por tanto, inermes frente al hombre. Si no se le someten de grado, el hombre puede emplear la fuerza o, dicho en otros términos, apoderarse de ellas.
Para que estas cosas se relacionen las unas con las otras como mercancías, es necesario que sus guardianes se relacionen entre sí como personas cuyas voluntades moran en aquellos objetos, de tal modo que cada poseedor de una mercancía sólo pueda apoderarse de la de otro por voluntad de ése y desprendiéndose de la suya propia; es decir, por medio de un acto de voluntad común a ambos.
Es necesario, por consiguiente, que ambas personas se reconozcan como propietarios privados.
Esta relación jurídica, que tiene como forma de expresión el contrato, es, hállese o no legalmente reglamentada, una relación de voluntad, en que se refleja la relación económica.
El contenido de esta relación jurídica o de voluntad  lo da la relación económica misma.
Aquí, las personas sólo existen las unas para las otras como representantes de sus mercancías, o lo que es lo mismo, como poseedores de mercancías.
Lo que distingue al poseedor de una mercancía de ésta es el hecho de que para ella toda otra mercancía material no es más que la forma en que se manifiesta su propio valor. (pag.48)
Para él, su mercancía no tiene un valor de uso inmediato. De otro modo, no acudiría con ella al mercado. Tiene únicamente un valor de uso para otros.
Para él, no tiene más valor directo de uso que el de ser encarnación de valor de cambio, y por tanto medio de cambio.
Por eso está dispuesto siempre a desprenderse de ella a cambio de otras mercancías cuyo valor de uso le satisface.
Todas las mercancías son para su poseedor no-valores de uso y valores de uso para los no poseedores.
He aquí por qué unos y otros tienen que darse constantemente la mano. Este apretón de manos forma el cambio, el cual versa sobre valores que se cruzan y se realizan como tales valores.
Por tanto, las mercancías tienen necesariamente que realizarse como valores antes de poder realizarse como valores de uso. (pag.49)
Las leyes de la naturaleza propia de las mercancías se cumplen a través del instinto natural de sus poseedores.
Estos sólo pueden establecer una relación entre sus mercancías como valores, y por tanto como mercancías, relacionándolas entre sí con referencia a otra mercancía cualquiera, que desempeñe las funciones de equivalente general.
Pero sólo el hecho social puede convertir en equivalente general a una mercancía determinada.
El proceso social se encarga de asignar a la mercancía destacada la función social específica de equivalente general.
Así es como ésta se convierte en dinero.
La cristalización del dinero es un producto necesario del proceso de cambio... A medida que se desarrolla y ahonda históricamente, el cambio acentúa la antítesis de valor de uso y valor latente en la naturaleza propia de la mercancía.
La necesidad de que esta antítesis tome cuerpo al exterior dentro del comercio, empuja al valor de las mercancías a revestir una forma independiente y no ceja ni descansa hasta que, por último, lo consigue mediante el desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero. Por eso, a la par que los productos del trabajo se convierten en mercancías, se opera la transformación de la mercancía en dinero. (pag.50)
La forma dinero se adhiere, bien a los artículos más importantes de cambio procedentes de fuera, que son, en realidad, otras tantas formas o manifestaciones naturales del valor de cambio de los productos de dentro, bien a aquel objeto útil que constituye el elemento fundamental de la riqueza enajenable en el interior de la comunidad, v.gr. el ganado.
Es en los pueblos nómadas donde primero se desarrolla la forma dinero, por dos razones: porque todo su ajuar es móvil y presenta, por tanto, la forma directamente enajenable, y porque su régimen de vida los hace entrar constantemente en contacto con comunidades extranjeras, poniéndolos así en el trance de cambiar con ellas sus productos.
Los hombres han convertido muchas veces al mismo hombre, bajo forma de esclavo, en material primitivo de dinero, pero nunca la tierra. Esta idea sólo podía presentarse en una sociedad burguesa desarrollada. Es una idea que data del último tercio del siglo XVII y que sólo se intentó llevar a la práctica sobre un plano nacional, un siglo más tarde, en la revolución burguesa de Francia.
Impulsada por el mismo proceso que hace que el cambio de mercancías rompa sus moldes locales y que el valor de las mercancías se expansione hasta convertirse en materialización del trabajo humano en general, la forma dinero va a encarnar en mercancías dotadas por la naturaleza de cualidades especiales para desempeñar las funciones sociales de equivalente general: los metales preciosos.
Que “si bien el oro y la plata no son dinero por obra de la naturaleza, el dinero es por naturaleza oro y plata” (Carlos Marx, Contribución a la crítica de la Econom.Pol., pg 135) lo demuestra la congruencia que existe entre sus propiedades naturales y sus funciones.
Sólo una materia cuyos ejemplares posean todos la misma cualidad uniforme puede ser forma o manifestación adecuada de valor, o, lo que es lo mismo, materialización de trabajo humano abstracto, y por tanto, igual.
De otro lado, como la diferencia que media entre las diversas magnitudes de valor es puramente  cuantitativa, la mercancía dinero  (pag.52)  tiene que ser forzosamente susceptible de divisiones puramente cuantitativas, divisible a voluntad, pudiendo recobrar en todo momento su unidad mediante la suma de sus partes.
Pues bien, el oro y la plata poseen esta propiedad por obra de la naturaleza.
El valor de uso de la mercancía dinero se duplica. Además de su valor peculiar como mercancía, como oro, por ejemplo para empastar muelas, fabricar joyas, etc., reviste el valor de uso formal que le dan sus funciones sociales específicas.
Como todas las demás mercancías no son más que equivalentes especiales del dinero y éste equivalente general de todas, aquéllas se comportan respecto al dinero como mercancías especiales respecto a la mercancía general.
Vemos, pues, que la forma dinero no es más que el reflejo, adherido a una mercancía, de las relaciones que median entre todas las demás.
El hecho de que el dinero es una mercancía sólo supone un descubrimiento para quien arranque de su forma definitiva, procediendo luego a analizarla. Lo que el proceso de cambio da a la mercancía elegida como dinero no es su valor, sino su forma específica de valor.
La confusión de estos dos conceptos indujo a reputar el valor del oro y la plata como algo imaginario.
Además, como el dinero puede sustituirse, en determinadas funciones, por un simple signo de sí mismo, esto engendró otro error: el de creer que el dinero era un mero signo.
Mas...ello envolvía ya la intuición de que la forma dinero del objeto era algo exterior a él mismo y simple forma o manifestación de relaciones humanas ocultas detrás de él. (pag.53)
Ya decíamos más arriba que la forma equivalencial de una mercancía no envuelve la determinación cuantitativa de su magnitud de valor. El que sepamos que el oro es dinero, y por tanto susceptible de ser cambiado directamente por cualquier otra mercancía, no quiere decir que sepamos, por este solo hecho, cuánto valen por ejemplo 10 libras de oro. Como toda mercancía, el dinero sólo puede expresar su magnitud de valor de un modo relativo, por medio de otras mercancías. Su valor depende del tiempo de trabajo necesario para su producción y se expresa  en la cantidad de cualquier otra mercancía en la que se materialice el mismo tiempo de trabajo. Esta determinación de (pag.54) su magnitud relativa de valor se opera en su fuente de producción, por el cambio directo.
Cuando entra en circulación como dinero, el oro tiene ya un valor dado.
Una mercancía no se presenta como dinero porque todas las demás expresan en ella sus valores, sino que, por el contrario, éstas parecen expresar sus valores en ella, por ser dinero. El movimiento que sirve de enlace desaparece en su propio resultado, sin dejar la menor huella.
El enigma del fetiche del dinero  no es, por tanto más que el enigma del fetiche de la mercancía, que cobra en el dinero una forma visible y fascinadora.  (pag.55)

3 comentarios:

  1. Muchas Gracias, me fue de mucha ayuda con un control de lectura que tenia que hacer sobre el capitulo II

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  2. Muchas gracias, gran blog. Ya me leí todos tus resúmenes y me han ayudado a ser más pragmático a la hora de explicar a Marx.

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