jueves, 15 de septiembre de 2011

Resumen Primer tomo, sección primera, Capitulo 3.

CAPITULO III

EL DINERO, O LA CIRCULACIÓN DE MERCANCÍAS

  1. Medida de valores

Para  simplificar,  en  esta  obra  partimos  siempre  del  supuesto  de  que  la  mercancía-dinero es el oro.
La función principal del oro consiste en suministrar al mundo de las mercancías el material de su expresión de valor, en representar los valores de las mercancías como magnitudes de nombre igual cualitativamente iguales y cuantitativamente comparables entre sí.
El oro funciona aquí como medida general de valores, y esta función es la que convierte al oro en mercancía equivalencial específica, en dinero.
No es el dinero el que hace que las mercancías sean conmensurables, sino al revés: por ser todas las mercancías, consideradas como valores, trabajo humano materializado, y por tanto conmensurable de por sí, es por lo que todos sus valores pueden medirse en la misma mercancía específica y ésta convertirse en su medida común de valor, o sea, en dinero.
El dinero, como medida de valores, es la forma o manifestación necesaria de la medida inmanente de valor de las mercancías: el tiempo de trabajo.
La expresión del valor de una mercancía en oro es su forma dinero, o su precio.
En cambio, el dinero no tiene precio, pues para poder compartir esta forma relativa de valor... tendría que referirse a sí mismo como a su propio equivalente.
El precio o la forma dinero de las mercancías es, como su forma de valor en general, una forma distinta de su corporeidad real y tangible, es decir, una forma puramente ideal o imaginaria.
Para tasar en oro millones de valores de mercancías no se necesita ni un adarme de oro real y efectivo.
En su función de medida de valor el dinero actúa, por tanto, como dinero puramente imaginario o ideal.
Este hecho ha dado pábulo a las más disparatadas teorías.
Aunque la función de medida de valores suponga dinero puramente imaginario, el precio depende íntegramente del material real dinero.(pag.57)
Los valores de las mercancías se convierten, por tanto, pese a toda la abigarrada variedad material de las mercancías, en cantidades imaginarias de oro de diferente magnitud; es decir, ... en magnitudes de oro. Estas cantidades distintas de oro se comparan y miden entre sí, y esto hace que se plantee la necesidad técnica de reducirlas todas ellas a una cantidad fija de oro como su unidad de medida.
Esta unidad de medida de medida, dividiéndose luego en partes alícuotas, se desarrolla hasta convertirse en patrón.
Antes de ser dinero, el oro, la plata y el cobre tienen ya su patrón de medida en su peso metálico; así, por ejemplo, la unidad es la libra, que luego se fracciona en onzas, etc., y se suma en quintales, etc.
Por eso, en la circulación de los metales son los nombres antiguos del patrón-peso los que sirven de base a los nombres primitivos del patrón-dinero o patrón de los precios.
Considerado como medida de valores y patrón de precios, el dinero desempeña dos funciones radicalmente distintas. El dinero es medida de valores como encarnación social del trabajo humano; patrón de precios, como peso fijo y determinado de metal.
Como medida de valores, sirve para convertir en precios, en cantidades imaginarias de oro, los valores de las más diversas mercancías; como patrón de precios, lo que hace es medir esas cantidades de oro.
Para que exista un patrón de precios, no hay más remedio que fijar como unidad de medida un determinado peso de oro. Aquí, como en todas las demás determinaciones de medida de magnitudes de nombre igual, lo que decide es la firmeza de los criterios con que se mide.
Por tanto, el dinero, como patrón de precios, cumplirá tanto mejor su cometido cuanto menos oscile la cantidad de oro que sirve de unidad de medida.
Sin embargo, el oro sólo puede funcionar como medida de valores por ser también él un producto del trabajo y por tanto, al menos potencialmente, un valor variable.
Es evidente...que los cambios de valor del oro no perju- (pag.59) dican en lo más mínimo a su función como patrón de precios. Por mucho que oscile el valor del oro, siempre mediará la misma proporción de valor entre distintas cantidades de este metal.
Los cambios de valor experimentados por el oro no perturban tampoco su función como medida de valores. Estos cambios afectan por igual a todas las mercancías y, por tanto, caetaris paribus, dejan intangibles sus valores relativos, aunque todos se expresen ahora en un precio oro superior o inferior al de antes.
Los nombres en dinero de los pesos de metal van divorciándose poco a poco de sus nombres primitivos de peso, por diversas razones, entre las cuales tienen una importancia histórica decisiva las siguientes:
1º La introducción de dinero extranjero en pueblos menos desarrollados; así, por ejemplo, en la Roma antigua las monedas de plata y oro comenzaron a circular como mercancías extranjeras. Los nombres de (pag.60) este dinero exótico difieren, naturalmente, de los nombres que reciben las fracciones de peso en el interior del país.
2º Al desarrollarse la riqueza, los metales menos preciosos se ven desplazados de su función de medidas de valores por otros más preciosos; el cobre es desplazado por la plata y ésta por el oro… La libra, por ejemplo, empezó siendo el nombre monetario de una libra efectiva de plata. Al ser desplazada ésta por el oro  como medida de valor, aquel nombre pasó a designar, aproximadamente, 1/15  libra de oro, según la correlación de valor entre éste y la plata. Hoy, la libra como nombre monetario y como nombre corriente de peso del oro son conceptos diferentes.
3º La práctica abusiva de la  falsificación de dinero por los príncipes, práctica que dura varios siglos y que sólo deja en pie el nombre del peso primitivo de las monedas.
Estos procesos históricos convierten  en  costumbre  popular  la  separación del  nombre monetario de los pesos de los metales y los nombres corrientes  de sus fracciones de peso. Finalmente, como el patrón-dinero es algo puramente convencional y algo...que necesita ser acatado por todos, interviene la ley para reglamentarlo.
Como se ve, los precios o cantidades de oro en que se convierten idealmente los valores de las mercancías se expresan ahora en los nombres monetarios, o sea, en los nombres aritméticos del patrón oro que la ley determina.
Por tanto, en vez de decir que un quarter de trigo vale (pag.61)  una onza de oro, en Inglaterra se dirá que vale 3 libras esterlinas, 17 chelines y 10,5 peniques.
Las mercancías se comunican, pues, unas a otras, en sus nombres monetarios, lo que valen, y, cuantas veces se trata de fijar una mercancía como valor, o  lo que es lo mismo en forma de dinero, éste funciona como dinero aritmético.
El precio es el nombre en dinero del trabajo materializado en la mercancía.  Pero el que el precio, como exponente de la magnitud de valor de la mercancía,  (pag.62) sea el exponente de su proporción de cambio con el dinero, no quiere decir, por el contrario, que el exponente de su proporción de cambio con el dinero sea necesariamente el de su magnitud de valor.
Suponiendo que no cambien las condiciones de producción ni el rendimiento del trabajo, la reproducción del quarter de trigo seguirá costando el mismo tiempo de trabajo social que antes. Esto es un hecho que no depende de la voluntad del productor del trigo ni del capricho de los demás poseedores de mercancías. La magnitud de valor de la mercancía expresa, por tanto, una proporción necesaria, inmanente a su proceso de creación, con el trabajo social.
Al cambiar la magnitud de valor en el precio, esta proporción necesaria se revela como una proporción de cambio entre una determinada mercancía y la mercancía dinero, desligada de ella.
Pero, en esta proporción puede expresarse y se expresa, no sólo la magnitud de valor de la mercancía, sino también el más o el menos en que en ciertas circunstancias puede cotizarse.
Por tanto, la forma precio envuelve ya de suyo la posibilidad de una incongruencia cuantitativa entre el precio y la magnitud del valor, es decir, la posibilidad de una desviación entre el primero y la segunda.
Y ello no supone un defecto de esta forma; por el contrario, es eso precisamente lo que la capacita para ser la forma adecuada de un régimen de producción en que la norma sólo puede imponerse como un ciego promedio en medio de toda ausencia de normas.
Sin embargo, la forma precio, no sólo permite la posibilidad de una incongruencia cuantitativa entre éste y la magnitud del valor, es decir entre la magnitud de valor y su propia expresión  en dinero, sino que puede, además, encerrar una contradicción cualitativa, haciendo que el precio deje de ser en absoluto expresión del valor, a pesar de que el dinero no es más que la forma de valor de las mercancías.
Cosas que no son de suyo mercancías, por ejemplo la conciencia, el honor, etc, pueden ser cotizadas en dinero por sus poseedores y recibir a través del precio el cuño de mercancías. Cabe por tanto que una cosa tenga formalmente un precio sin tener un valor. Aquí la expresión en dinero es algo puramente imaginario, como ciertas magnitudes matemáticas. Por otra parte, puede ocurrir también que esta forma imaginaria de precio encierre una proporción real  de valor  o  una  relación  derivada de
ella, como sucede, (pag.63)por ejemplo, con el precio de la tierra no cultivada, que notiene ningún valor, porque en ella no se materializa trabajo humano alguno.
Como toda forma relativa de valor, el precio expresa el valor de una mercancía, v.gr. de una tonelada de hierro, indicando que una determinada cantidad de equivalente, v.gr. una onza de oro, es directamente cambiable por hierro, pero no, ni mucho menos, asegurando que el hierro sea a su vez directamente cambiable por oro.
Por tanto, para poder ejercer sus funciones prácticas de valor de cambio, la mercancía tiene que desnudarse de su corporeidad natural, convertirse de oro puramente imagina-rio en oro real…
La forma precio lleva implícita la enajenabilidad de las mercancías a cambio de dinero y la necesidad de su enajenación.
Por su parte, el oro funciona como medida ideal de valores, por la sencilla razón de que en el proceso de cambio actúa como mercancía dinero.
Detrás de la medida ideal de valores acecha, pues, el dinero contante y sonante.

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