viernes, 19 de agosto de 2011

Resumen Primer tomo, sección primera, Capitulo 1 ( III parte)


4. La forma simple del valor, vista en conjunto (pag.26)

Al comienzo de este capítulo decíamos, siguiendo el lenguaje tradicional: la mercancía es valor de uso y valor de cambio. En rigor, esta afirmación es falsa.
La mercancía es valor de uso, objeto útil y "valor".
A partir del momento en que su valor reviste una forma propia de manifestarse, distinta de su forma natural, la mercancía revela este doble aspecto suyo, pero no reviste jamás aquella forma si la contemplamos aisladamente: para ello, hemos de situarla en una relación de valor o cambio con otra mercancía. sabiendo esto, aquel modo de expresarse no nos moverá a error y, aunque sea falso, puede usarse en gracia a la brevedad.
Nuestro análisis ha demostrado que la forma del valor o la expresión del valor de la mercancía  brota de la propia naturaleza del valor de ésta, y no al revés, el valor y la magnitud del valor de su modalidad de expresión como valor de cambio
Así se les antoja, en efecto, no solo a los mercantilistas y a sus modernos admiradores, tales como Ferrier, Ganilh, etc.., sino también a sus antípodas, esos modernos viajantes de comercio del librecambio que son Bastiak y consortes. Los mercantilistas hacen especial hincapié en el aspecto cualitativo de la expresión de valor y, por tanto, en la forma equivalencial de la mercancía, que tiene en el dinero su definitiva configuración; por lo contrario,  los modernos buhoneros del librecambio, dispuestos a dar su mercancía a cualquier precio con tal de deshacerse de ella, insisten en el aspecto cuantitativo de la forma relativa del valor. Es decir, que para ellos la mercancía no tiene valor ni magnitud del valor fuera de la expresión que reviste en la relación de cambio, o lo que es lo mismo, en los boletines diarios de cotización de precios. (pag.27)
La forma simple del valor de una mercancía es, por tanto, la forma simple en que se manifiesta la antitesis de valor de uso y de valor encerrada en ella.
El producto del trabajo es objeto de uso en todos los tipos de sociedad; solo en una época históricamente dada de progreso, aquella que ve en el trabajo invertido para producir un objeto de uso una propiedad "materializada" de este objeto, o sea, su valor, se convierte el producto del trabajo en mercancía.
A primera vista, se descubre ya cuán insuficiente es la forma simple del valor, esta forma germinal, que tiene que pasar por una serie de metamorfosis antes de llegar y convertirse en la forma precio.
Sin embargo, la forma simple de valor se remonta por sí misma a formas más complicadas.

B. FORMA TOTAL O DESARROLLADA DEL VALOR

z mercancía A = u mercancía B, o = v mercancía C,
o = w mercancía D, o = x mercancía E, etc..
( 20 varas de lienzo = 1 levita, o = 10 libras de te, o = 40 libras de café, o = 1 quarter de trigo, o = 2 onzas de oro, o = 1/2 tonelada de hierro, etc.) (pag.28)

1. La forma relativa del valor desarrollada
El valor de una mercancía, del lienzo por ejemplo, se expresa ahora en otros elementos innumerables del mundo de las mercancías.
Como se ve, su forma de valor pone ahora al lienzo en relación, no ya con una determinada clase de mercancías, sino con el mundo de las mercancías en general.
Ahora, es evidente que la magnitud de valor de la mercancía no se regula por el cambio, sino que, al revés, éste se halla regulado por la magnitud de valor de la mercancía

2. La forma equivalencial concreta
Toda mercancía, levita, té, trigo, hierro, etc, desempeña, en la expresión de valor del lienzo, el papel de equivalente, y por tanto de materialización del valor. Ahora bien, la forma natural concreta de cada(pag.29) una de estas mercancías es una forma equivalencial dada, al lado de muchas otras.

3. Defectos de la forma total o desarrollada del valor
Sin embargo, la forma relativa del valor desarrollada sólo consiste en una suma de expresiones o igualdades relativas y simples de valor de la primera forma, tales como:
20 varas de lienzo = 1 levita,
20 varas de lienzo = 10 libras de te, etc.
Pero a su vez, cada una de estas ecuaciones encierra, volviéndola del revés, otra ecuación idéntica, a saber:
1 levita = 20 varas de lienzo
10 libras de te = 20 varas de lienzo, etc. (pag.30)
En efecto, si una persona cambia su lienzo por muchas otras mercancías, expresando por tanto el valor de aquélla en toda una serie de mercancías distintas, es lógico que todos los demás poseedores de mercancías cambien éstas por lienzo y que, por tanto, expresen en la misma tercera mercancía, en lienzo, el valor de todas las suyas, por diversas que ellas sean.
Por consiguiente, si invertimos la serie: 20 varas de lienzo = 1 levita, o = 10 libras de té, etc., es decir, si expresamos la relación invertida que se contiene ya lógicamente en esa serie, llegamos al siguiente resultado:
 C. FORMA GENERAL DEL VALOR

1 levita                          =         |
10 libras                    =         |
40 libras café                =         |
1 quarter trigo              =          |           
2 onzas de oro              =          |              20 varas de lienzo
1/2 tonelada de hierro  =          |
x mercancía A              =          |
etc. mercancía              =          |


1. Nuevo carácter de la forma del valor
En primer lugar, las mercancías acusan ahora sus valores de un modo simple, ya que lo expresan en una sola mercancía, y en segundo lugar, lo acusan de un modo único, pues lo acusan todas en la misma mercancía. Su forma de valor es simple y común a todas; es, por tanto, general. (pag.31)

2. Relación entre el desarrollo de la forma relativa del valor
y el de la forma equivalente
La forma relativa simple o aislada del valor de una mercancía convierte a otra mercancía en equivalente individual suyo. La forma desarrollada del valor relativo,  expresión del valor de  una mercancía en todas las demás, imprime a éstas la forma de diversos equivalentes concretos. Por último, una forma especial de mercancías reviste forma de equivalente general cuando todas las demás la convierten en material de su forma única y general del valor. (pag.33)

3. Tránsito de la forma general del valor a la forma dinero
La forma de equivalente general es una forma del valor en abstracto. Puede, por tanto, recaer sobre cualquier mercancía. Por otra parte, una mercancía sólo ocupa el puesto que corresponde a la forma de equivalente general (forma III) siempre y cuando que todas las demás mercancías la destapasen de su seno como equivalente.
Ahora bien, la clase específica de mercancías a cuya forma natural se incorpora socialmente la forma de equivalente, es la que se convierte en mercancía-dinero o funciona como dinero.
Esta mercancía tiene como función social especifica, y por tanto como monopolio social dentro del mundo de las mercancías, el desempeñar el papel de equivalente general.
Este puesto privilegiado fue conquistado históricamente por una determinada mercancía, que figura entre aquellas que en la forma II desfilan como equivalentes    
peciales del lienzo y que en la forma III expresan conjuntamente en éste su valor relativo: el oro.
Así pues, con solo sustituir en la forma III el lienzo por oro, obtendremos la formula siguiente:

D. FORMA DINERO


20 varas lienzo           =
1 levita                       =
10 libras te                 =
40 libras café             =              2 onzas oro.
1 quarter trigo           =
1/2 tonelada hierro    =
x mercancía A           =

El paso de la forma I a la forma II y el de ésta a la III, entraña cambios sustanciales.
Por el contrario, la forma IV no se distingue de la forma III sino que aquí es el oro el que viene a sustituir al lienzo en su papel de forma de equivalente general.
El progreso consiste pura y simplemente en que ahora la forma de cambiabilidad directa y general, o sea la forma (pag.35) de equivalente general, se adhiere definitivamente, por la fuerza de la costumbre social, a la forma natural especifica de la mercancía oro.
Si el oro se enfrenta con las demás mercancías en función de dinero es, sencillamente, porque ya antes se enfrentaba con ellas en función de mercancía.
Al igual que todas las demás mercancías, el oro funcionaba respecto a éstas como equivalente: unas veces como equivalente aislado, en actos sueltos de cambio, otras veces como equivalente concreto, a la par de otras mercancías también equivalentes.
Poco a poco, el oro va adquiriendo, en proporciones más o menos extensas, la función de equivalente general.
Tan pronto como conquista el monopolio de estas funciones en la expresión de valor del mundo de las mercancías, el oro se convierte en la mercancía dinero, y entonces, a partir del momento en que se ha convertido ya en mercancía dinero,  cuando la forma IV se distingue de la forma III, o lo que es lo mismo, cuando la forma general del valor se convierte en la forma dinero.
Por tanto, la “forma precio” del lienzo será:
20 varas de lienzo = 2 onzas de oro
O bien, suponiendo que las 2 onzas de oro, traducidas al lenguaje monetario, se denomi-
nen 2 libras esterlinas,    20 varas de lienzo = 2 libras esterlinas
4. El fetichismo de la mercancía, y su secreto (pag.36)
¿ De donde procede, entonces, el carácter misterioso que presenta el producto del trabajo, tan pronto como reviste forma de mercancía ?
Procede, evidentemente, de esta misma forma. En las mercancías, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material de una objetivación igual de valor de los productos del trabajo, el grado en que se gaste la fuerza humana de trabajo, medido por el tiempo de su duración, reviste la forma de magnitud de valor de los productos del trabajo y finalmente, las relaciones entre unos y otros productores, relaciones en que se traduce la función social de sus trabajos, cobran la forma de una relación social entre los propios productos de su trabajo.
El carácter misteriosos de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de sus trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores. Este quid pro quo es lo que convierte a los productos de trabajo en mercancía, en objetos (pag.37) físicamente metafísicos o en objetos sociales.
Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres.
Por eso, si queremos encontrar una analogía a este fenómeno, tenemos que remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la religión, donde los productos de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la mano del hombre. A esto es lo que yo llamo el fetichismo bajo el que se presentan los productos del trabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de este modo de producción.
Este carácter fetichista del mundo de las mercancías responde, como lo ha puesto ya de manifiesto el análisis anterior, al carácter social genuino y peculiar del trabajo productor de mercancías.
Si los objetos útiles adoptan la forma de mercancías es, pura y simplemente, porque son productos de trabajos privados independientes los unos a los otros. El conjunto de estos trabajos privados forma el trabajo colectivo de la sociedad. Como los productores entran en contacto social al cambiar entre si los productos de su trabajo, es natural que el carácter específicamente social de sus trabajos privados sólo resalte dentro de este intercambio.
También podríamos decir que los trabajos privados sólo funcionan como eslabones del trabajo colectivo de la sociedad por medio de las relaciones que el cambio establece entre los productos del trabajo y, a través de ellos, entre los productores.
Por eso, ante éstos, las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos privados aparecen como lo que son; es decir, no como relaciones directamente sociales de las personas en sus trabajos, sino como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas.
Es en el acto de cambio donde los productos del trabajo cobran una materialidad de valor socialmente igual e independiente de su múltiple y diversa materialidad física de objetos útiles.
Este desdoblamiento del producto del trabajo en objeto útil y materialización de valor sólo se presenta prácticamente allí donde el cambio adquiere la extensión e importancia suficientes para que se produzcan objetos útiles con vistas al cambio, donde, por tanto, el carácter de valor de los objetos se acusa ya en el momento de ser producidos. A partir de este instante, los tra- (pag.38) bajos privados de los productores asumen, de hecho, un doble carácter social.
De una parte, considerados como trabajos útiles concretos, tienen necesariamente que satisfacer una determinada necesidad social y encajar, por tanto, dentro del trabajo colectivo de la sociedad, dentro del sistema elemental de la división social del trabajo.
Mas, por otra parte, solo serán aptos para satisfacer las múltiples necesidades de sus propios productores en la medida en que cada uno de esos trabajos privados y útiles concretos sea susceptible de ser cambiado por cualquier otro trabajo privado útil, o lo que es lo mismo, en la medida en que represente un equivalente suyo.
Para encontrar la igualdad toto coelo de diversos trabajos, hay que hacer forzosamente abstracción de su desigualdad real, reducirlos al carácter común a todos ellos como desgaste de fuerza humana de trabajo, como trabajo humano abstracto.
El cerebro de los productores privados  se limita a reflejar este doble carácter social de sus trabajos privados en aquellas formas que revela en la práctica el mercado, el cambio de productos: el carácter socialmente útil de sus trabajos privados, bajo la forma de que el producto del trabajo ha de ser útil, y útil para otros; el carácter social de la igualdad de los distintos trabajos, bajo la forma del carácter de valor común a todos esos objetos materialmente diversos que son los productos del trabajo.
Por tanto, los hombres no relacionan entre si los productos de su trabajo como valores porque estos objetos les parezcan envolturas simplemente materiales de un trabajo humano igual.
Es al revés. Al equiparar unos con otros en el cambio, como valores, sus diversos productos, lo que hacen es equiparar  entre sí sus diversos trabajos, como modalidades de trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen.
Por tanto, el valor no lleva escrito en la frente lo que es. Lejos de ello, convierte a todos los productos del trabajo en jeroglíficos sociales. Luego, vienen los hombres y se esfuerzan por descifrar el sentido de estos jeroglíficos, por descubrir el secreto de su propio producto social, pues es evidente que el concebir los objetos útiles como valores es obra social suya, ni más ni menos que el lenguaje.
El descubrimiento científico tardío de que los productos del trabajo, considerados como valores, no son más que expresiones materiales del trabajo humano  invertido en su pro-ducción, es un descubrimiento que hace época en la historia del progreso humano, pero que no disipa ni mucho menos la sombra material que acompaña al carácter social del trabajo.(pag.39)
Lo que ante todo interesa prácticamente a los que cambian unos productos por otros, es saber cuántos productos ajenos obtendrán por el suyo propio, es decir, en que proporciones se cambiarán unos productos por otros.
Y hace falta que la producción de mercancías se desarrolle en toda su integridad, para que de la propia experiencia nazca la conciencia científica de que los trabajos privados 18.-
que se realizan independientemente los unos de los otros, aunque guarden entre sí y en todos sus aspectos una relación de mutua interdependencia, como eslabones elementales que son de la división social del trabajo, pueden reducirse constantemente a su grado de proporción social, porque en las proporciones fortuitas y sin cesar oscilantes de cambio de sus productos, se impone siempre como ley natural reguladora el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, al modo como se impone la ley de la gravedad cuando se le cae a uno la casa encima.
La determinación de la magnitud de valor por el tiempo de trabajo es, por tanto, el secreto que se esconde detrás de las oscilaciones aparentes de los valores relativos de las mercancías.
El descubriendo de este secreto destruye la apariencia de la determinación puramente casual de las magnitudes de valor de los productos del trabajo, pero no destruye, ni mucho menos, su forma material.
La reflexión acerca de las formas de la vida humana, incluyendo por tanto el análisis científico de ésta, sigue en general un camino opuesto al curso real de las cosas.
Comienza post festum y arranca, por tanto, de los resultados preestablecidos del proceso histórico. Las formas que convierten a los productos del trabajo en mercancías y que, como es natural, presuponen la circulación de éstas, poseen ya la firmeza de formas (pag.40) naturales de la vida social antes de que los hombres se esfuercen por explicarse, no el carácter histórico de estas formas, que consideran ya algo inmutable, sino su contenido.
Así se comprende que fuese simplemente el análisis de los precios de las mercancías lo que llevó a los hombres a investigar la determinación de la magnitud del valor, y la expresión colectiva en dinero de las mercancías lo que les movió a fijar su carácter valorativo. Pero esta forma acabada del mundo de las mercancías - la forma dinero -, lejos de revelar el carácter social de los trabajos privados y, por tanto, las relaciones entre los productores privados, lo que hace es encubrirlas.
Estas formas son precisamente las que constituyen las categorías de la economía burguesa. Son formas mentales aceptadas por la sociedad, y por tanto objetivas, en que se expresan las condiciones de producción de este régimen social de producción históricamente dado que es la producción de mercancías.
Por eso, todo el misticismo del mundo de las mercancías, todo el encanto y el misterio que nimban los productos del trabajo basados en la producción de mercancías se esfuman tan pronto como los desplazamos a otras formas de producción. (pag.41)
La forma mercancía es la forma más general y rudimentaria de la producción burguesa, razón por la cual aparece en la escena histórica muy pronto, aunque no con el carácter predominante y peculiar que hoy día tiene; por eso su fetichismo parece fácil de analizar. Pero(pag.46) al asumir formas más concretas, se borra hasta esta apariencia de sencillez.
¿ De dónde provienen las ilusiones del sistema monetario ? El sistema monetario no veía en el oro y la plata, considerados como dinero, manifestaciones de un régimen social de producción, sino objetos naturales dotados de virtudes maravillosas. Y los economistas modernos....¿ no caen también, ostensiblemente, en el vicio del fetichismo, tan pronto como tratan del capital ? ¿ Acaso hace tanto tiempo que se ha desvanecido la ilusión fisiocrática de que la renta del suelo brotaba de la tierra, y no de la sociedad ? (pag.47).

1 comentario:

  1. Me la van a poner en al parcial de una manera fetichista... rindo en dos horas man!

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