lunes, 22 de agosto de 2011

Resumen Primer tomo, sección primera, Capitulo 2.


CAPÍTULO II

EL PROCESO DEL CAMBIO


Las mercancías no pueden acudir ellas solas al mercado, ni cambiarse por sí mismas. Debemos, pues, volver la vista a sus guardianes, a los poseedores de mercancías.
Las mercancías son cosas y se hallan, por tanto, inermes frente al hombre. Si no se le someten de grado, el hombre puede emplear la fuerza o, dicho en otros términos, apoderarse de ellas.
Para que estas cosas se relacionen las unas con las otras como mercancías, es necesario que sus guardianes se relacionen entre sí como personas cuyas voluntades moran en aquellos objetos, de tal modo que cada poseedor de una mercancía sólo pueda apoderarse de la de otro por voluntad de ése y desprendiéndose de la suya propia; es decir, por medio de un acto de voluntad común a ambos.
Es necesario, por consiguiente, que ambas personas se reconozcan como propietarios privados.
Esta relación jurídica, que tiene como forma de expresión el contrato, es, hállese o no legalmente reglamentada, una relación de voluntad, en que se refleja la relación económica.
El contenido de esta relación jurídica o de voluntad  lo da la relación económica misma.
Aquí, las personas sólo existen las unas para las otras como representantes de sus mercancías, o lo que es lo mismo, como poseedores de mercancías.
Lo que distingue al poseedor de una mercancía de ésta es el hecho de que para ella toda otra mercancía material no es más que la forma en que se manifiesta su propio valor. (pag.48)
Para él, su mercancía no tiene un valor de uso inmediato. De otro modo, no acudiría con ella al mercado. Tiene únicamente un valor de uso para otros.
Para él, no tiene más valor directo de uso que el de ser encarnación de valor de cambio, y por tanto medio de cambio.
Por eso está dispuesto siempre a desprenderse de ella a cambio de otras mercancías cuyo valor de uso le satisface.
Todas las mercancías son para su poseedor no-valores de uso y valores de uso para los no poseedores.
He aquí por qué unos y otros tienen que darse constantemente la mano. Este apretón de manos forma el cambio, el cual versa sobre valores que se cruzan y se realizan como tales valores.
Por tanto, las mercancías tienen necesariamente que realizarse como valores antes de poder realizarse como valores de uso. (pag.49)
Las leyes de la naturaleza propia de las mercancías se cumplen a través del instinto natural de sus poseedores.
Estos sólo pueden establecer una relación entre sus mercancías como valores, y por tanto como mercancías, relacionándolas entre sí con referencia a otra mercancía cualquiera, que desempeñe las funciones de equivalente general.
Pero sólo el hecho social puede convertir en equivalente general a una mercancía determinada.
El proceso social se encarga de asignar a la mercancía destacada la función social específica de equivalente general.
Así es como ésta se convierte en dinero.
La cristalización del dinero es un producto necesario del proceso de cambio... A medida que se desarrolla y ahonda históricamente, el cambio acentúa la antítesis de valor de uso y valor latente en la naturaleza propia de la mercancía.
La necesidad de que esta antítesis tome cuerpo al exterior dentro del comercio, empuja al valor de las mercancías a revestir una forma independiente y no ceja ni descansa hasta que, por último, lo consigue mediante el desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero. Por eso, a la par que los productos del trabajo se convierten en mercancías, se opera la transformación de la mercancía en dinero. (pag.50)
La forma dinero se adhiere, bien a los artículos más importantes de cambio procedentes de fuera, que son, en realidad, otras tantas formas o manifestaciones naturales del valor de cambio de los productos de dentro, bien a aquel objeto útil que constituye el elemento fundamental de la riqueza enajenable en el interior de la comunidad, v.gr. el ganado.
Es en los pueblos nómadas donde primero se desarrolla la forma dinero, por dos razones: porque todo su ajuar es móvil y presenta, por tanto, la forma directamente enajenable, y porque su régimen de vida los hace entrar constantemente en contacto con comunidades extranjeras, poniéndolos así en el trance de cambiar con ellas sus productos.
Los hombres han convertido muchas veces al mismo hombre, bajo forma de esclavo, en material primitivo de dinero, pero nunca la tierra. Esta idea sólo podía presentarse en una sociedad burguesa desarrollada. Es una idea que data del último tercio del siglo XVII y que sólo se intentó llevar a la práctica sobre un plano nacional, un siglo más tarde, en la revolución burguesa de Francia.
Impulsada por el mismo proceso que hace que el cambio de mercancías rompa sus moldes locales y que el valor de las mercancías se expansione hasta convertirse en materialización del trabajo humano en general, la forma dinero va a encarnar en mercancías dotadas por la naturaleza de cualidades especiales para desempeñar las funciones sociales de equivalente general: los metales preciosos.
Que “si bien el oro y la plata no son dinero por obra de la naturaleza, el dinero es por naturaleza oro y plata” (Carlos Marx, Contribución a la crítica de la Econom.Pol., pg 135) lo demuestra la congruencia que existe entre sus propiedades naturales y sus funciones.
Sólo una materia cuyos ejemplares posean todos la misma cualidad uniforme puede ser forma o manifestación adecuada de valor, o, lo que es lo mismo, materialización de trabajo humano abstracto, y por tanto, igual.
De otro lado, como la diferencia que media entre las diversas magnitudes de valor es puramente  cuantitativa, la mercancía dinero  (pag.52)  tiene que ser forzosamente susceptible de divisiones puramente cuantitativas, divisible a voluntad, pudiendo recobrar en todo momento su unidad mediante la suma de sus partes.
Pues bien, el oro y la plata poseen esta propiedad por obra de la naturaleza.
El valor de uso de la mercancía dinero se duplica. Además de su valor peculiar como mercancía, como oro, por ejemplo para empastar muelas, fabricar joyas, etc., reviste el valor de uso formal que le dan sus funciones sociales específicas.
Como todas las demás mercancías no son más que equivalentes especiales del dinero y éste equivalente general de todas, aquéllas se comportan respecto al dinero como mercancías especiales respecto a la mercancía general.
Vemos, pues, que la forma dinero no es más que el reflejo, adherido a una mercancía, de las relaciones que median entre todas las demás.
El hecho de que el dinero es una mercancía sólo supone un descubrimiento para quien arranque de su forma definitiva, procediendo luego a analizarla. Lo que el proceso de cambio da a la mercancía elegida como dinero no es su valor, sino su forma específica de valor.
La confusión de estos dos conceptos indujo a reputar el valor del oro y la plata como algo imaginario.
Además, como el dinero puede sustituirse, en determinadas funciones, por un simple signo de sí mismo, esto engendró otro error: el de creer que el dinero era un mero signo.
Mas...ello envolvía ya la intuición de que la forma dinero del objeto era algo exterior a él mismo y simple forma o manifestación de relaciones humanas ocultas detrás de él. (pag.53)
Ya decíamos más arriba que la forma equivalencial de una mercancía no envuelve la determinación cuantitativa de su magnitud de valor. El que sepamos que el oro es dinero, y por tanto susceptible de ser cambiado directamente por cualquier otra mercancía, no quiere decir que sepamos, por este solo hecho, cuánto valen por ejemplo 10 libras de oro. Como toda mercancía, el dinero sólo puede expresar su magnitud de valor de un modo relativo, por medio de otras mercancías. Su valor depende del tiempo de trabajo necesario para su producción y se expresa  en la cantidad de cualquier otra mercancía en la que se materialice el mismo tiempo de trabajo. Esta determinación de (pag.54) su magnitud relativa de valor se opera en su fuente de producción, por el cambio directo.
Cuando entra en circulación como dinero, el oro tiene ya un valor dado.
Una mercancía no se presenta como dinero porque todas las demás expresan en ella sus valores, sino que, por el contrario, éstas parecen expresar sus valores en ella, por ser dinero. El movimiento que sirve de enlace desaparece en su propio resultado, sin dejar la menor huella.
El enigma del fetiche del dinero  no es, por tanto más que el enigma del fetiche de la mercancía, que cobra en el dinero una forma visible y fascinadora.  (pag.55)

viernes, 19 de agosto de 2011

Resumen Primer tomo, sección primera, Capitulo 1 ( III parte)


4. La forma simple del valor, vista en conjunto (pag.26)

Al comienzo de este capítulo decíamos, siguiendo el lenguaje tradicional: la mercancía es valor de uso y valor de cambio. En rigor, esta afirmación es falsa.
La mercancía es valor de uso, objeto útil y "valor".
A partir del momento en que su valor reviste una forma propia de manifestarse, distinta de su forma natural, la mercancía revela este doble aspecto suyo, pero no reviste jamás aquella forma si la contemplamos aisladamente: para ello, hemos de situarla en una relación de valor o cambio con otra mercancía. sabiendo esto, aquel modo de expresarse no nos moverá a error y, aunque sea falso, puede usarse en gracia a la brevedad.
Nuestro análisis ha demostrado que la forma del valor o la expresión del valor de la mercancía  brota de la propia naturaleza del valor de ésta, y no al revés, el valor y la magnitud del valor de su modalidad de expresión como valor de cambio
Así se les antoja, en efecto, no solo a los mercantilistas y a sus modernos admiradores, tales como Ferrier, Ganilh, etc.., sino también a sus antípodas, esos modernos viajantes de comercio del librecambio que son Bastiak y consortes. Los mercantilistas hacen especial hincapié en el aspecto cualitativo de la expresión de valor y, por tanto, en la forma equivalencial de la mercancía, que tiene en el dinero su definitiva configuración; por lo contrario,  los modernos buhoneros del librecambio, dispuestos a dar su mercancía a cualquier precio con tal de deshacerse de ella, insisten en el aspecto cuantitativo de la forma relativa del valor. Es decir, que para ellos la mercancía no tiene valor ni magnitud del valor fuera de la expresión que reviste en la relación de cambio, o lo que es lo mismo, en los boletines diarios de cotización de precios. (pag.27)
La forma simple del valor de una mercancía es, por tanto, la forma simple en que se manifiesta la antitesis de valor de uso y de valor encerrada en ella.
El producto del trabajo es objeto de uso en todos los tipos de sociedad; solo en una época históricamente dada de progreso, aquella que ve en el trabajo invertido para producir un objeto de uso una propiedad "materializada" de este objeto, o sea, su valor, se convierte el producto del trabajo en mercancía.
A primera vista, se descubre ya cuán insuficiente es la forma simple del valor, esta forma germinal, que tiene que pasar por una serie de metamorfosis antes de llegar y convertirse en la forma precio.
Sin embargo, la forma simple de valor se remonta por sí misma a formas más complicadas.

B. FORMA TOTAL O DESARROLLADA DEL VALOR

z mercancía A = u mercancía B, o = v mercancía C,
o = w mercancía D, o = x mercancía E, etc..
( 20 varas de lienzo = 1 levita, o = 10 libras de te, o = 40 libras de café, o = 1 quarter de trigo, o = 2 onzas de oro, o = 1/2 tonelada de hierro, etc.) (pag.28)

1. La forma relativa del valor desarrollada
El valor de una mercancía, del lienzo por ejemplo, se expresa ahora en otros elementos innumerables del mundo de las mercancías.
Como se ve, su forma de valor pone ahora al lienzo en relación, no ya con una determinada clase de mercancías, sino con el mundo de las mercancías en general.
Ahora, es evidente que la magnitud de valor de la mercancía no se regula por el cambio, sino que, al revés, éste se halla regulado por la magnitud de valor de la mercancía

2. La forma equivalencial concreta
Toda mercancía, levita, té, trigo, hierro, etc, desempeña, en la expresión de valor del lienzo, el papel de equivalente, y por tanto de materialización del valor. Ahora bien, la forma natural concreta de cada(pag.29) una de estas mercancías es una forma equivalencial dada, al lado de muchas otras.

3. Defectos de la forma total o desarrollada del valor
Sin embargo, la forma relativa del valor desarrollada sólo consiste en una suma de expresiones o igualdades relativas y simples de valor de la primera forma, tales como:
20 varas de lienzo = 1 levita,
20 varas de lienzo = 10 libras de te, etc.
Pero a su vez, cada una de estas ecuaciones encierra, volviéndola del revés, otra ecuación idéntica, a saber:
1 levita = 20 varas de lienzo
10 libras de te = 20 varas de lienzo, etc. (pag.30)
En efecto, si una persona cambia su lienzo por muchas otras mercancías, expresando por tanto el valor de aquélla en toda una serie de mercancías distintas, es lógico que todos los demás poseedores de mercancías cambien éstas por lienzo y que, por tanto, expresen en la misma tercera mercancía, en lienzo, el valor de todas las suyas, por diversas que ellas sean.
Por consiguiente, si invertimos la serie: 20 varas de lienzo = 1 levita, o = 10 libras de té, etc., es decir, si expresamos la relación invertida que se contiene ya lógicamente en esa serie, llegamos al siguiente resultado:
 C. FORMA GENERAL DEL VALOR

1 levita                          =         |
10 libras                    =         |
40 libras café                =         |
1 quarter trigo              =          |           
2 onzas de oro              =          |              20 varas de lienzo
1/2 tonelada de hierro  =          |
x mercancía A              =          |
etc. mercancía              =          |


1. Nuevo carácter de la forma del valor
En primer lugar, las mercancías acusan ahora sus valores de un modo simple, ya que lo expresan en una sola mercancía, y en segundo lugar, lo acusan de un modo único, pues lo acusan todas en la misma mercancía. Su forma de valor es simple y común a todas; es, por tanto, general. (pag.31)

2. Relación entre el desarrollo de la forma relativa del valor
y el de la forma equivalente
La forma relativa simple o aislada del valor de una mercancía convierte a otra mercancía en equivalente individual suyo. La forma desarrollada del valor relativo,  expresión del valor de  una mercancía en todas las demás, imprime a éstas la forma de diversos equivalentes concretos. Por último, una forma especial de mercancías reviste forma de equivalente general cuando todas las demás la convierten en material de su forma única y general del valor. (pag.33)

3. Tránsito de la forma general del valor a la forma dinero
La forma de equivalente general es una forma del valor en abstracto. Puede, por tanto, recaer sobre cualquier mercancía. Por otra parte, una mercancía sólo ocupa el puesto que corresponde a la forma de equivalente general (forma III) siempre y cuando que todas las demás mercancías la destapasen de su seno como equivalente.
Ahora bien, la clase específica de mercancías a cuya forma natural se incorpora socialmente la forma de equivalente, es la que se convierte en mercancía-dinero o funciona como dinero.
Esta mercancía tiene como función social especifica, y por tanto como monopolio social dentro del mundo de las mercancías, el desempeñar el papel de equivalente general.
Este puesto privilegiado fue conquistado históricamente por una determinada mercancía, que figura entre aquellas que en la forma II desfilan como equivalentes    
peciales del lienzo y que en la forma III expresan conjuntamente en éste su valor relativo: el oro.
Así pues, con solo sustituir en la forma III el lienzo por oro, obtendremos la formula siguiente:

D. FORMA DINERO


20 varas lienzo           =
1 levita                       =
10 libras te                 =
40 libras café             =              2 onzas oro.
1 quarter trigo           =
1/2 tonelada hierro    =
x mercancía A           =

El paso de la forma I a la forma II y el de ésta a la III, entraña cambios sustanciales.
Por el contrario, la forma IV no se distingue de la forma III sino que aquí es el oro el que viene a sustituir al lienzo en su papel de forma de equivalente general.
El progreso consiste pura y simplemente en que ahora la forma de cambiabilidad directa y general, o sea la forma (pag.35) de equivalente general, se adhiere definitivamente, por la fuerza de la costumbre social, a la forma natural especifica de la mercancía oro.
Si el oro se enfrenta con las demás mercancías en función de dinero es, sencillamente, porque ya antes se enfrentaba con ellas en función de mercancía.
Al igual que todas las demás mercancías, el oro funcionaba respecto a éstas como equivalente: unas veces como equivalente aislado, en actos sueltos de cambio, otras veces como equivalente concreto, a la par de otras mercancías también equivalentes.
Poco a poco, el oro va adquiriendo, en proporciones más o menos extensas, la función de equivalente general.
Tan pronto como conquista el monopolio de estas funciones en la expresión de valor del mundo de las mercancías, el oro se convierte en la mercancía dinero, y entonces, a partir del momento en que se ha convertido ya en mercancía dinero,  cuando la forma IV se distingue de la forma III, o lo que es lo mismo, cuando la forma general del valor se convierte en la forma dinero.
Por tanto, la “forma precio” del lienzo será:
20 varas de lienzo = 2 onzas de oro
O bien, suponiendo que las 2 onzas de oro, traducidas al lenguaje monetario, se denomi-
nen 2 libras esterlinas,    20 varas de lienzo = 2 libras esterlinas
4. El fetichismo de la mercancía, y su secreto (pag.36)
¿ De donde procede, entonces, el carácter misterioso que presenta el producto del trabajo, tan pronto como reviste forma de mercancía ?
Procede, evidentemente, de esta misma forma. En las mercancías, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material de una objetivación igual de valor de los productos del trabajo, el grado en que se gaste la fuerza humana de trabajo, medido por el tiempo de su duración, reviste la forma de magnitud de valor de los productos del trabajo y finalmente, las relaciones entre unos y otros productores, relaciones en que se traduce la función social de sus trabajos, cobran la forma de una relación social entre los propios productos de su trabajo.
El carácter misteriosos de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de sus trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores. Este quid pro quo es lo que convierte a los productos de trabajo en mercancía, en objetos (pag.37) físicamente metafísicos o en objetos sociales.
Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres.
Por eso, si queremos encontrar una analogía a este fenómeno, tenemos que remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la religión, donde los productos de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la mano del hombre. A esto es lo que yo llamo el fetichismo bajo el que se presentan los productos del trabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de este modo de producción.
Este carácter fetichista del mundo de las mercancías responde, como lo ha puesto ya de manifiesto el análisis anterior, al carácter social genuino y peculiar del trabajo productor de mercancías.
Si los objetos útiles adoptan la forma de mercancías es, pura y simplemente, porque son productos de trabajos privados independientes los unos a los otros. El conjunto de estos trabajos privados forma el trabajo colectivo de la sociedad. Como los productores entran en contacto social al cambiar entre si los productos de su trabajo, es natural que el carácter específicamente social de sus trabajos privados sólo resalte dentro de este intercambio.
También podríamos decir que los trabajos privados sólo funcionan como eslabones del trabajo colectivo de la sociedad por medio de las relaciones que el cambio establece entre los productos del trabajo y, a través de ellos, entre los productores.
Por eso, ante éstos, las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos privados aparecen como lo que son; es decir, no como relaciones directamente sociales de las personas en sus trabajos, sino como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas.
Es en el acto de cambio donde los productos del trabajo cobran una materialidad de valor socialmente igual e independiente de su múltiple y diversa materialidad física de objetos útiles.
Este desdoblamiento del producto del trabajo en objeto útil y materialización de valor sólo se presenta prácticamente allí donde el cambio adquiere la extensión e importancia suficientes para que se produzcan objetos útiles con vistas al cambio, donde, por tanto, el carácter de valor de los objetos se acusa ya en el momento de ser producidos. A partir de este instante, los tra- (pag.38) bajos privados de los productores asumen, de hecho, un doble carácter social.
De una parte, considerados como trabajos útiles concretos, tienen necesariamente que satisfacer una determinada necesidad social y encajar, por tanto, dentro del trabajo colectivo de la sociedad, dentro del sistema elemental de la división social del trabajo.
Mas, por otra parte, solo serán aptos para satisfacer las múltiples necesidades de sus propios productores en la medida en que cada uno de esos trabajos privados y útiles concretos sea susceptible de ser cambiado por cualquier otro trabajo privado útil, o lo que es lo mismo, en la medida en que represente un equivalente suyo.
Para encontrar la igualdad toto coelo de diversos trabajos, hay que hacer forzosamente abstracción de su desigualdad real, reducirlos al carácter común a todos ellos como desgaste de fuerza humana de trabajo, como trabajo humano abstracto.
El cerebro de los productores privados  se limita a reflejar este doble carácter social de sus trabajos privados en aquellas formas que revela en la práctica el mercado, el cambio de productos: el carácter socialmente útil de sus trabajos privados, bajo la forma de que el producto del trabajo ha de ser útil, y útil para otros; el carácter social de la igualdad de los distintos trabajos, bajo la forma del carácter de valor común a todos esos objetos materialmente diversos que son los productos del trabajo.
Por tanto, los hombres no relacionan entre si los productos de su trabajo como valores porque estos objetos les parezcan envolturas simplemente materiales de un trabajo humano igual.
Es al revés. Al equiparar unos con otros en el cambio, como valores, sus diversos productos, lo que hacen es equiparar  entre sí sus diversos trabajos, como modalidades de trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen.
Por tanto, el valor no lleva escrito en la frente lo que es. Lejos de ello, convierte a todos los productos del trabajo en jeroglíficos sociales. Luego, vienen los hombres y se esfuerzan por descifrar el sentido de estos jeroglíficos, por descubrir el secreto de su propio producto social, pues es evidente que el concebir los objetos útiles como valores es obra social suya, ni más ni menos que el lenguaje.
El descubrimiento científico tardío de que los productos del trabajo, considerados como valores, no son más que expresiones materiales del trabajo humano  invertido en su pro-ducción, es un descubrimiento que hace época en la historia del progreso humano, pero que no disipa ni mucho menos la sombra material que acompaña al carácter social del trabajo.(pag.39)
Lo que ante todo interesa prácticamente a los que cambian unos productos por otros, es saber cuántos productos ajenos obtendrán por el suyo propio, es decir, en que proporciones se cambiarán unos productos por otros.
Y hace falta que la producción de mercancías se desarrolle en toda su integridad, para que de la propia experiencia nazca la conciencia científica de que los trabajos privados 18.-
que se realizan independientemente los unos de los otros, aunque guarden entre sí y en todos sus aspectos una relación de mutua interdependencia, como eslabones elementales que son de la división social del trabajo, pueden reducirse constantemente a su grado de proporción social, porque en las proporciones fortuitas y sin cesar oscilantes de cambio de sus productos, se impone siempre como ley natural reguladora el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, al modo como se impone la ley de la gravedad cuando se le cae a uno la casa encima.
La determinación de la magnitud de valor por el tiempo de trabajo es, por tanto, el secreto que se esconde detrás de las oscilaciones aparentes de los valores relativos de las mercancías.
El descubriendo de este secreto destruye la apariencia de la determinación puramente casual de las magnitudes de valor de los productos del trabajo, pero no destruye, ni mucho menos, su forma material.
La reflexión acerca de las formas de la vida humana, incluyendo por tanto el análisis científico de ésta, sigue en general un camino opuesto al curso real de las cosas.
Comienza post festum y arranca, por tanto, de los resultados preestablecidos del proceso histórico. Las formas que convierten a los productos del trabajo en mercancías y que, como es natural, presuponen la circulación de éstas, poseen ya la firmeza de formas (pag.40) naturales de la vida social antes de que los hombres se esfuercen por explicarse, no el carácter histórico de estas formas, que consideran ya algo inmutable, sino su contenido.
Así se comprende que fuese simplemente el análisis de los precios de las mercancías lo que llevó a los hombres a investigar la determinación de la magnitud del valor, y la expresión colectiva en dinero de las mercancías lo que les movió a fijar su carácter valorativo. Pero esta forma acabada del mundo de las mercancías - la forma dinero -, lejos de revelar el carácter social de los trabajos privados y, por tanto, las relaciones entre los productores privados, lo que hace es encubrirlas.
Estas formas son precisamente las que constituyen las categorías de la economía burguesa. Son formas mentales aceptadas por la sociedad, y por tanto objetivas, en que se expresan las condiciones de producción de este régimen social de producción históricamente dado que es la producción de mercancías.
Por eso, todo el misticismo del mundo de las mercancías, todo el encanto y el misterio que nimban los productos del trabajo basados en la producción de mercancías se esfuman tan pronto como los desplazamos a otras formas de producción. (pag.41)
La forma mercancía es la forma más general y rudimentaria de la producción burguesa, razón por la cual aparece en la escena histórica muy pronto, aunque no con el carácter predominante y peculiar que hoy día tiene; por eso su fetichismo parece fácil de analizar. Pero(pag.46) al asumir formas más concretas, se borra hasta esta apariencia de sencillez.
¿ De dónde provienen las ilusiones del sistema monetario ? El sistema monetario no veía en el oro y la plata, considerados como dinero, manifestaciones de un régimen social de producción, sino objetos naturales dotados de virtudes maravillosas. Y los economistas modernos....¿ no caen también, ostensiblemente, en el vicio del fetichismo, tan pronto como tratan del capital ? ¿ Acaso hace tanto tiempo que se ha desvanecido la ilusión fisiocrática de que la renta del suelo brotaba de la tierra, y no de la sociedad ? (pag.47).

martes, 16 de agosto de 2011

Resumen Primer tomo, sección primera, Capitulo 1 ( II parte)


3. La forma del valor o valor de cambio.

Las mercancías vienen al mundo bajo la forma de valores de uso u objetos materiales: hierro, tela, trigo, etc. Es su forma prosaica o natural.
Sin embargo, si son mercancías es por encerrar una doble significación: la de ser objetos útiles y, a la par, la de materializaciones de valor. Por tanto, sólo se presentan como mercancías, sólo revisten el carácter de mercancías, cuando poseen esta doble forma: su forma natural y la forma del valor. (pag.14)
Todo el mundo sabe, aunque no sepa más que eso, que las mercancías poseen una forma común de valor que contrasta de una manera muy ostensible con la abigarrada diversidad de formas naturales que presentan sus valores de uso: esta forma es el dinero.
Ahora bien, es menester que consigamos nosotros lo que la economía burguesa no ha intentado siquiera: poner en claro la génesis de la forma dinero, para lo cual tendremos que investigar, remontándonos desde esta forma fascinadora hasta sus manifestaciones más sencillas y más humildes, el desarrollo de la expresión del valor que se encierra en la relación de valor de las mercancías. Con ello veremos, al mismo tiempo, cómo el enigma del dinero se esfuma.
La relación más simple de valor es, evidentemente, la relación de valor de una mercancía con otra concreta y distinta, cualquiera que ella sea. La relación de valor entre dos mercancías  constituye, por tanto, la expresión más simple de valor de una mercancía.

A.  FORMA SIMPLE, CONCRETA Ó FORTUITA DEL VALOR


x mercancía A = y mercancía B, o bien: x mercancía A vale y mercancía B.
( 20 varas de lienzo = 1 levita, o bien: 20 varas de lienzo valen 1 levita)

1. Los dos polos de la expresión del valor: forma relativa del valor y forma equivalencial

En esta forma simple del valor reside el secreto de todas las formas del valor.
Dos mercancías distintas, A y B, en nuestro ejemplo el lienzo y la levita, desempeñan aquí dos papeles manifiestamente distintos. El lienzo expresa su valor en la levita; la levita sirve de material para esta expresión de valor. La primera mercancía desempeña un papel activo, la segunda un papel pasivo.
El valor de la primera mercancía aparece bajo la forma del valor relativo, o lo que es lo mismo, reviste la forma relativa del valor. La segunda mercancía funciona como equivalente, o lo que es lo mismo, reviste forma equivalencial.
Forma relativa del valor y forma equivalencial son dos aspectos de la misma relación, aspectos inseparables y que se condicionan mutuamente, pero también y a la par dos extremos opuestos y antagónicos, (pag.15) los dos polos de la misma expresión del valor; estos dos términos se desdoblan constantemente entre las diversas mercancías relacionadas entre sí por la expresión del valor.
Por tanto, el valor de lienzo sólo puede expresarse en términos relativos, es decir recurriendo a otra mercancía; o, lo que es lo mismo, la forma relativa del valor del lienzo supone como premisa el que otra mercancía cualquiera desempeñe respecto al lienzo la función de forma equivalencial. Y a su vez, esta otra mercancía que funciona como equivalente no puede desempeñar al mismo tiempo el papel de forma relativa de valor. No es su propio valor lo que ella expresa. Se limita a suministrar el material para la expresión de valor de otra mercancía.

2. La forma relativa del valor

a) Contenido de la forma relativa del valor (pag.16)
Al decir que las mercancías, consideradas como valores, no son más que cristalizaciones de trabajo humano, nuestro análisis las reduce a la abstracción del valor, pero sin darles una forma de valor distinta a las formas naturales que revisten.
La cosa cambia cuando se trata de la expresión de valor de una mercancía. Aquí, es su propia relación con otra mercancía lo que acusa su carácter de valor.  (pag.17)
Es la expresión de equivalencia de diversas mercancías la que pone de manifiesto el carácter específico del trabajo como fuente de valor, al reducir a su nota común, la de trabajo humano puro y simple, los diversos trabajos contenidos en las diversas mercancías.
La fuerza humana de trabajo en su estado fluido, o sea el trabajo humano, crea valor, pero no es de por sí valor.
Se convierte en valor al plasmarse, al cobrar  forma corpórea. Para expresar el valor del lienzo como cristalización de trabajo humano, tenemos necesariamente que expresarlo como un "algo objetivo" distinto corporalmente del propio lienzo y a la par común a éste y a otra mercancía. (pag.18)
El valor de la mercancía lienzo se expresa, por consiguiente, en la materialidad corpórea de la mercancía levita; o lo que es lo mismo, el valor  de una mercancía se expresa en el valor de uso de otra.
Por tanto, la relación o razón de valor hace que la forma natural de la mercancía B se convierte en la forma de valor de la mercancía A o que la materialidad corpórea de la primera sirva de espejo de valor de la segunda.
El valor de la mercancía A expresado así (pag.19)  es decir, expresado en el valor de uso de la mercancía B, reviste la forma del valor relativo.

b) Determinabilidad cuantitativa de la forma relativa del valor
Cuando tratamos de  expresar el valor de una mercancía, nos referimos siempre a determinada cantidad de un objeto de uso...Por tanto, la forma del valor no puede limitarse a expresar valor pura y simplemente, sino que ha de expresar un valor cuantitativo determinado, una cantidad de valor.
La relación “ 20 varas de lienzo = 1 levita ...” arranca del supuesto de que en 1 levita se contiene la misma sustancia de valor que en 20 varas de lienzo, es decir, del supuesto de que ambas cantidades de mercancías cuestan la misma suma de trabajo o el mismo tiempo de trabajo.
El valor relativo de la mercancía A, o sea, su valor expresado en la mercancía B, aumenta o disminuye, por tanto, en razón directa al aumento o disminución experimentados por la mercancía A, siempre y cuando que el valor de la segunda permanezca constante.(pag.20)
Por tanto, permaneciendo inalterable el valor de la mercancía A, su valor relativo, expresado en la mercancía B, aumenta o disminuye en razón inversa a los cambios de valor experimentados por ésta.
El valor relativo de una mercancía puede cambiar aún permaneciendo constante el valor de esta mercancía. Y viceversa, puede ocurrir que su valor relativo permanezca constante aunque cambie su valor. (pag.21)

3. La forma equivalencial

La forma equivalencial de una mercancía es, por si consiguiente, la posibilidad de cambiarse directamente por  otra mercancía.(pag.22)
Dos levitas  pueden expresar, por tanto, la magnitud de valor de 40 varas de lienzo, pero no pueden expresar jamás su propia magnitud de valor.
La primera característica con que tropezamos al estudiar la forma equivalencial es ésta: en ella, el valor de uso se convierte en forma o expresión de su antítesis, o sea, 11.-
del valor. (pag.23)
...la segunda característica de la forma equivalencial es que el trabajo concreto se convierte aquí en forma o manifestación de su antítesis, o sea, del trabajo humano abstracto.
Pero, considerado como simple expresión del trabajo humano en general, este trabajo concreto, el trabajo del sastre, reviste formas de igualdad con otro trabajo, con el trabajo encerrado en el lienzo, y es por tanto, aunque trabajo privado, como cuantos producen   mercancías, trabajo en forma directamente social.
Por tanto, la tercera característica de la forma equivalencial es que en ella el trabajo privado reviste la forma de su antítesis, o sea, del trabajo en forma directamente social.
Estas dos últimas  características de la forma equivalencial se nos presentarán todavía con mayor claridad si nos remontamos al gran pensador que  primero analizó la  forma del valor,  como tantas otras formas del pensamiento, de la sociedad y de la naturaleza.
Nos referimos a Aristóteles.
Ante todo, Aristóteles dice claramente que la forma-dinero de la mercancía no hace más que desarrollar la forma simple del valor, o lo que es lo mismo, la expresión del valor de una mercancía con otra cualquiera.
He aquí sus palabras:
"5 lechos = 1 casa"
“no se distingue" de
"5 lechos = tanto o cuanto dinero" (pag.25)
Aristóteles advierte, además, que la relación de valor en que esta expresión de valor se contiene es, a su vez, una relación condicionada, pues la casa se equipara cualitativamente a los lechos, y  si no mediase alguna igualdad sustancial, estos objetos corporalmente distintos no podrían relacionarse entre sí como magnitudes conmensurables.
"El cambio -dice Aristóteles- no podría existir sin igualdad, ni ésta sin la comensurabilidad".  Mas al llegar aquí, se detiene y renuncia a seguir analizando la forma del valor.
"Pero en rigor -añade- es imposible que objetos tan distintos sean conmensurables”, es decir, cualitativamente iguales. Esta equiparación tiene que ser necesariamente algo ajeno a la verdadera naturaleza de las cosas, y por tanto un simple "recurso para salir del paso ante las necesidades de la práctica.”
El propio Aristóteles nos dice, pues, en que tropieza al llevar adelante su análisis: tropieza en la carencia de un concepto del valor.
Aristóteles no podía descifrar por si mismo, analizando la forma del valor, el hecho de que en la forma de los valores de las mercancías todos los trabajos se expresan como  trabajo humano igual, y por tanto como equivalentes, porque la sociedad griega estaba basada en el trabajo de los esclavos y tenia, por tanto, como base natural la desigualdad entre los hombres y sus fuerzas de trabajo.
El secreto de la expresión de valor, la igualdad y equiparación de valor de todos los trabajos, en cuanto son y por el hecho de ser todos ellos trabajo humano en general, 12.-
sólo podía ser descubierto a partir del momento en que la idea de la igualdad humana poseyese ya la firmeza de un prejuicio popular. Y para esto era necesario llegar a una sociedad como la actual, en que la forma-mercancía es la forma general que revisten los productos del trabajo, en que, por tanto, la relación social preponderante es la relación de unos hombres con otros como poseedores de mercancías.
Lo que acredita precisamente el genio de Aristóteles es de haber descubierto en la expresión de valor de las mercancías una relación de igualdad.
Fue la limitación histórica de la sociedad de su tiempo la que le impidió desentrañar en que consistía,"en rigor", esta relación de igualdad.  

lunes, 15 de agosto de 2011

Resumen Primer tomo, sección primera, Capitulo 1 (I parte)

“ EL  CAPITAL ” de CARLOS MARX

Primer Tomo:

EL PROCESO DE PRODUCCIÓN DEL CAPITAL”

SECCIÓN PRIMERA

MERCANCÍA Y DINERO

CAPÍTULO I

LA MERCANCÍA

1.      Los dos factores de la mercancía : valor de uso y valor
(sustancia y magnitud del valor)

La riqueza de las sociedades en que impera el régimen capitalista de producción se nos aparece como un "inmenso arsenal de mercancías" y la mercancía como su forma elemental. Por eso, nuestra investigación arranca del análisis de la mercancía.
La mercancía es, en primer termino, un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de cualquier clase que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por ejemplo del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo para estos efectos.
Ni interesa tampoco, desde este punto de vista, cómo ese objeto satisface las necesidades humanas, si directamente, como medio de vida, es decir como objeto de disfrute, o indirectamente, como medio de producción.
La utilidad de un objeto lo convierte en valor de uso.(pag.3)
Los valores de uso forman el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea la forma social de ésta. En el tipo de sociedad que nos proponemos estudiar, los valores de uso son, además, el soporte material del valor del cambio. (pag.4)
Ahora bien, si prescindimos del valor de uso de las mercancías estas sólo conservan una cualidad: la de ser productos del trabajo. Pero no productos de un trabajo real y concreto. Al prescindir de su valor de uso, prescindimos también de los elementos materiales y de las formas que los convierten en tal valor de uso.
Dejarán de ser una mesa, una casa, una madeja de hilo o un objeto útil cualquiera. Todas sus propiedades materiales se habrán evaporado.
Dejarán de ser también productos del trabajo del ebanista, del carpintero, del tejedor o  de otro trabajo productivo concreto cualquiera. Con el carácter útil de los productos del trabajo, desaparecerá el carácter útil de los trabajos que representan y desaparecen también, por tanto, las diversas formas concretas (pag.5) de estos trabajos, que dejarán de distinguirse unos de otros para reducirse todos ellos al mismo trabajo humano, al trabajo humano abstracto.
Por tanto, un valor de uso, un bien, sólo encierra un valor por ser encarnación o materialización del trabajo humano abstracto. ¿Cómo se mide la magnitud de este valor? Por la cantidad de "sustancia creadora de valor", es decir, de trabajo, que encierra. Y, a su vez, la cantidad de trabajo que encierra se mide por el tiempo de su duración, y el tiempo de trabajo,  tiene, finalmente, su unidad de medida en las distintas fracciones del tiempo: horas, días, etc.
Se dirá que si el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo invertida en su producción, las mercancías encerrarán tanto más valor cuanto más holgazán o más torpe sea el hombre que las produce o, lo que es lo mismo, cuanto más tiempo tarde en producirlas.
Pero no; el trabajo que forma la sustancia de los valores es trabajo humano igual, inversión de la misma fuerza humana de trabajo. Es como si toda la fuerza de trabajo de la sociedad, materializada en la totalidad de los valores que forman el mundo de las mercancías, representase para estos efectos una inmensa fuerza humana de trabajo, no obstante ser la suma de un sinnúmero de fuerzas de trabajo individuales.
Cada una de estas fuerzas individuales de trabajo es una fuerza humana de trabajo equivalente a las demás, siempre y cuando que presente el carácter de una fuerza media de trabajo social y dé, además, el rendimiento que a esa fuerza media de trabajo social corresponde; o lo que es lo mismo, siempre y cuando que para producir una mercancía no consuma más que el tiempo de trabajo que representa la media necesaria, o sea el tiempo de trabajo socialmente necesario.
Tiempo de trabajo socialmente necesario es aquel que se requiere para producir un (pag. 6) valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción y con el grado medio de destreza e intensidad de trabajo imperantes en la sociedad.
Por consiguiente, lo que determina la magnitud del valor de un objeto no es más que la cantidad de trabajo socialmente necesario o sea el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción.
Mercancías que encierran cantidades de trabajo iguales o que pueden ser producidas en el mismo tiempo de trabajo representan, por tanto, la misma magnitud de valor.
La magnitud de valor de una mercancía permanecería, por tanto, constante, invariable, si permaneciese también constante el tiempo de trabajo necesario para su producción.
Pero éste cambia al cambiar la capacidad productiva del trabajo. La capacidad productiva del trabajo depende de una serie de factores, entre los cuales se cuentan el grado medio destreza del obrero, el nivel de progreso de la ciencia y de sus aplicaciones, la organización social del proceso de producción, el volumen y la eficacia de los medios de producción y las condiciones naturales.(pag.7)
Por lo tanto, la magnitud del valor de una mercancía cambia en razón directa a la cantidad y en razón inversa a la capacidad productiva del trabajo que en ella se invierte.
Un objeto puede ser valor de uso sin ser valor.
Así acontece cuando la utilidad que ese objeto encierra para el hombre no se debe al trabajo. Es el caso del aire, de la tierra virgen, de las praderas naturales, de los bosques silvestres, etc. Y puede, asimismo, un objeto ser útil y producto del trabajo humano sin ser mercancía.
Para producir mercancías, no basta producir valores de uso, sino que es menester producir valores de uso para otros, valores de uso sociales. Para ser mercancía, el producto ha de pasar a manos de otro, del que lo consume, por medio de un acto de cambio.
Finalmente, ningún objeto puede ser un valor sin ser a la vez objeto útil. Si es inútil, lo será también el trabajo que éste encierra; no contará como  trabajo ni representará, por tanto, un valor.

2.  Doble carácter del trabajo representado por las mercancías.

Veíamos al comenzar que la mercancía tenía dos caras: la de valor de uso y la de valor de cambio. Más tarde, hemos vuelto a encontrarnos (pag.8)  con que el trabajo expresado en el valor no presentaba los mismos caracteres que el trabajo creador de valores de uso. Nadie, hasta ahora, había  puesto de relieve críticamente este doble carácter del trabajo representado por la mercancía. Y como este punto es el eje en torno al cual gira la compresión de la economía política, hemos de detenernos a examinarlo con cierto cuidado.
La levita es un valor de uso que satisface una necesidad concreta. Para crearlo, se requiere una determinada clase de actividad productiva. Esta actividad está determinada por su fin, modo de operar, objeto, medios y resultado. El trabajo cuya utilidad viene a materializarse así en el valor de uso de su producto … es lo que llamamos…trabajo útil. Considerado desde este punto de vista, el trabajo se nos revela siempre asociado a su utilidad.
Del mismo modo que la levita y el lienzo son valores de uso cualitativamente distinto, los trabajos a que deben su existencia - o sea, el trabajo del sastre y del tejedor -  son también trabajos cualitativamente distintos.
Bajo el tropel de los diversos valores de uso o mercancías, desfila ante nosotros un conjunto de trabajos útiles no menos variados, trabajos que difieren unos de otros, en género, especie, familia, subespecie y variedad: es la división social del trabajo, condición de la vida de la producción de mercancías, aunque ésta no lo sea, a su vez, de la división social del trabajo.
Así, por ejemplo, la comunidad de la India antigua, supone una división social del trabajo, a pesar de lo cual los productos  no se convierten allí en mercancías. O, para poner  otro ejemplo: en toda fábrica reina una división sistemática del trabajo, pero esta división no se basa en el hecho de que los obreros cambien entre sí sus productos individuales. Sólo los productos de trabajos privados independientes  los unos de los otros pueden revestir en sus relaciones mutuas el carácter de mercancías.  (pág.9)
Los valores de uso, levita, lienzo, etc., o lo que es lo mismo, las mercancías consideradas como objetos corpóreos, son combinaciones de dos elementos: la materia, que suministra la naturaleza, y el trabajo.
El trabajo no es, pues, la fuente única y exclusiva de los valores de uso que produce, de la riqueza material. El trabajo es, como ha dicho William Petty, el padre de la riqueza, y la tierra la madre. (pag.10)
Si prescindimos del carácter concreto de la actividad productiva y, por tanto, de la utilidad del trabajo, ¿qué queda en pie de él?  Queda, simplemente, el ser un gasto de fuerza humana de trabajo. El trabajo del sastre y el del tejedor, aún  representando actividades productivas cualitativamente distintas, tienen de común el ser un gasto productivo de cerebro humano, de músculo, de nervios, de brazo, etc.;  por tanto, en este sentido, ambos son trabajo humano. No son más que dos formas distintas de aplicar la fuerza de trabajo del hombre.
El trabajo humano es el empleo de esa simple fuerza de trabajo que todo hombre común y corriente, por término medio, posee en su organismo corpóreo, sin necesidad de una especial educación. El simple trabajo medio cambia, indudablemente, de carácter según los países y la cultura de cada época, pero existe siempre, dentro de una sociedad dada. El trabajo complejo no es más que el trabajo simple potenciado o, mejor dicho, multiplicado: por donde una pequeña cantidad de trabajo complejo puede equivaler a una can- (pág.11) tidad grande de trabajo simple.
Por muy complejo que sea el trabajo a que debe a su existencia una mercancía, el valor la equipara en seguida al producto del trabajo simple, y como tal valor sólo representa, por tanto, una determinada cantidad de trabajo simple. Las diversas proporciones en que diversas clases de trabajo se reducen a la unidad de medida del trabajo simple se establecen a través de un proceso social que obra a espaldas de los productores, y esto les mueve a pensar que son el fruto de la costumbre.
Por tanto, si con relación al valor de uso el trabajo representado por las mercancía sólo interesa cualitativamente, con relación a la magnitud del valor interesa sólo en su aspecto cuantitativo, una vez reducido a la unidad de trabajo humano puro y simple. En el primer caso, lo que interesa es la clase y calidad del trabajo; en el segundo caso, su (pag.12) cantidad, su duración.
Cuanto mayor sea la cantidad de valor de uso mayor será, de por sí, la riqueza material: dos levitas encierran más riqueza que una. Con dos levitas pueden vestirse dos personas: con una de estas prendas, una solamente, etc. … Sin embargo, puede ocurrir que a medida que crece la riqueza material, disminuya la magnitud de valor que representa.
Estas fluctuaciones contradictorias entre sí se explican por el  doble carácter del trabajo.  La capacidad productiva es siempre, naturalmente, capacidad productiva de trabajo útil, concreto. Y sólo determina, como es lógico, el grado de eficacia de una actividad productiva útil, encaminada a un fin, dentro de un período de tiempo dado. Por tanto, el trabajo útil rendirá una cantidad más o menos grande de productos  según el ritmo con que aumente o disminuya su capacidad productiva.
Por el contrario, los cambios operados en la capacidad productiva no afectan de suyo al trabajo que el valor representa.
Como la capacidad productiva es siempre función de la forma concreta y útil del trabajo.
trabajo, es lógico que tan pronto como se hace omiso de su forma concreta, útil, no afecte para nada a éste.
El mismo trabajo rinde, por tanto, durante el mismo tiempo, idéntica cantidad de valor, por mucho que cambie su capacidad productiva.
En cambio, puede arrojar en el mismo tiempo cantidades distintas de valores de uso, mayores o menores según que su capacidad productiva aumente o disminuya.
Como se ve, el mismo cambio operado en la capacidad productiva, por virtud del cual aumenta el rendimiento del trabajo y, por tanto, la masa de los valores de uso creados por éste, disminuye la magnitud de valor de esta masa total incrementada, siempre en el supuesto de que acorte el tiempo de trabajo necesario para su producción. Y a la inversa.
Todo trabajo es, de una parte, gasto de la fuerza humana de trabajo en el sentido fisiológico y, como tal, como trabajo humano igual o trabajo humano abstracto, forma el valor de la mercancía. Pero todo (pag.13)  trabajo es, de otra parte, gasto de la fuerza humana de trabajo bajo una forma especial y encaminada a un fin y, como tal, como trabajo concreto y útil, produce los valores de uso.