lunes, 24 de octubre de 2011

Resumen Primer tomo, sección tercera, Capitulo 5 ( II parte, final)

2. El proceso de valorización
En la producción de mercancías los valores de uso se producen pura y simplemente porque son y en cuanto son  la encarnación material, el soporte del valor de cambio.
Y nuestro capitalista persigue dos objetivos. En primer lugar, producir un valor de uso que tenga un valor de cambio, producir un artículo destinado a la venta, una mercancía.
En segundo lugar, producir una mercancía cuyo valor cubra y rebase la suma de valores de las mercancías invertidas en su producción, es decir, de los medios de producción y de la fuerza de trabajo, por las que adelantó su buen dinero en el mercado de las mercancías.
No le basta con producir un valor de uso; no, él quiere producir una mercancía; no sólo un valor de uso, sino un valor; y tampoco se contenta con un valor puro y simple, sino que aspira a una plusvalía, a un valor mayor.
Hasta aquí, nos hemos limitado a estudiar un aspecto del proceso, pues se trata de la producción de mercancías. Y así como la mercancía es unidad de valor de uso y valor, su proceso de producción tiene necesariamente que englobar dos cosas: un proceso de producción y un proceso de creación de valor.
Sabemos que el valor de toda mercancía se determina por la cantidad de trabajo materializado en su valor de uso, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción.
Este criterio rige también para el producto que va a parar a manos del capitalista, como resultado del proceso de trabajo. Lo primero que hay que ver, pues, es el trabajo materializado en este producto.
Supongamos, por ejemplo, que se trata de hilado. Para la fabricación de hilado se ha necesitado en primer lugar, la materia prima correspondiente, por ejemplo, 10 libras de algodón...por 10 chelines. En el precio del algodón se contiene ya, como trabajo social general, el trabajo necesario para su producción. Supondremos, además, que la masa de husos desgastada para fabricar el algodón...posee un valor de 2 chelines. (pag.138) Si una masa de oro de 12 chelines es el producto de 24 horas de trabajo, o sea de dos jornadas de trabajo, tendremos que en el hilo aparecen materializadas dos jornadas de trabajo.
Así, pues, cuando se analiza el valor del hilado, el tiempo de trabajo necesario para su producción, podemos considerar como fases distintas y sucesivas del mismo proceso de trabajo los diversos procesos concretos de trabajo, separados en el espacio y el tiempo, que es necesario recorrer para producir el algodón y la masa de husos consumida, hasta convertir por fin en hilado los husos y el algodón. Todo el trabajo contenido en el hilado es trabajo pretérito. Pero el hecho de que el tiempo de trabajo necesario para la producción de sus elementos integrantes se haya ejecutado antes, esté, por así decirlo, en pluscuamperfecto, mientras que el trabajo invertido directamente para llevar a término el proceso final, el hilar, se halle más cerca del presente, en pretérito perfecto, digámoslo así, es un hecho absolutamente indiferente.
Para estos efectos, es como si el tiempo de trabajo que se contiene en los instrumentos de trabajo y en la materia prima se hubiese invertido en una fase anterior del pro-(pag.139)ceso de hilatura, con anterioridad al que en la fase final se añade bajo la forma de hilado. Por tanto, los valores de los medios de producción, el valor del algodón y el de los husos, expresado en el precio de 12 chelines, forman parte integrante del valor del hilado, o sea, del valor del producto.
Mas para ello han de darse dos condiciones. La primera es que el algodón y los husos sirvan real y verdaderamente para la producción de un valor de uso. En nuestro ejemplo, para la fabricación de hilado. La segunda condición es que solamente se invierta el tiempo de trabajo necesario bajo las condiciones sociales de producción reinantes. Así por ejemplo, si para producir 1 libra de hilado sólo se requiere 1 libra de algodón, no deberá emplearse más. Y lo mismo por lo que se refiere a los husos. Si al capitalista se le ocurriera, por un acto de fantasía, emplear usos de oro en vez de usos de acero, cargaría con las consecuencias, pues en el valor del hilado solamente cuenta el trabajo socialmente necesario, o sea, el tiempo de trabajo necesario para producir husos de acero.
Ya sabemos qué parte representan, en el valor del hilado, los medios de producción...12 chelines... Ahora, trátase de saber cuál es la parte de valor que el hilandero, con su trabajo, añade al algodón. Este trabajo ha de ser enfocado aquí desde un punto de vista totalmente distinto de aquel en que nos situábamos para analizar el proceso de trabajo. 
En el proceso de trabajo, todo giraba en torno a una actividad encaminada a un fin: la de convertir el algodón en hilado. El trabajo del hilandero era un trabajo específicamente distinto de otros trabajos productivos. El algodón y el huso son medios de vida del trabajo de hilandería, pero no sirven para fundir cañones. En cambio, enfocado como fuente de valor, el trabajo del hilandero no se distingue en nada del trabajo del perforador de cañones...ni de los trabajos del plantador de algodón y del fabricante de husos, materializados en los medios de producción del hilado.
Esta identidad es la que permite que el plantar algodón, el fabricar husos y el hilar sean otras tantas partes sólo cuantitativamente distintas del mismo valor total...del valor del hilo. Aquí ya no se trata de la calidad, de la naturaleza y el contenido del trabajo, sino pura y exclusivamente de su cantidad. Y ésta se calcula por una sencilla operación aritmética. Para ello, suponemos que el trabajo de hilar es trabajo ( pag.140) simple, trabajo social medio. Más adelante, veremos que el supuesto contrario no hace cambiar los términos del problema.
Al final de una hora de trabajo, las manipulaciones del hilandero se traducen en una determinada cantidad de hilado, o, lo que es lo mismo, una determinada cantidad de trabajo, una hora de trabajo, se materializa en el algodón. Ahora bien, es de una importancia extraordinaria, decisiva, el que, mientras dura el proceso de transformación del algodón en hilados, este proceso no absorba más que el tiempo de trabajo socialmente necesario.
Si, en condiciones normales, es decir, en las condiciones sociales medias de producción, durante una hora de trabajo a libras de algodón se convierten en b libras de hilado, sólo podrá considerarse como jornada de trabajo de 12 horas aquella que convierta 12 x a libras de algodón en 12 x b libras de hilado. Sólo el tiempo de trabajo socialmente necesario cuenta como fuente de valor. Aquí, determinadas cantidades de producto, fijadas por la experiencia, no representan más que determinadas cantidades de trabajo, una determinada masa de tiempo de trabajo cuajado. Son, simplemente, la materialización de 1 hora, de 2 horas, de un día de trabajo social.
Al tratar de la venta de la fuerza de trabajo, partíamos del supuesto de que su valor diario era de 3 chelines, encarnándose en las últimas ( pag.141) 6 horas de la jornada y siendo, por tanto, necesaria esta cantidad de trabajo para producir la suma normal de los medios diarios de vida del obrero. Ahora bien, si durante una hora de trabajo nuestro tejedor transforma 1 2/3   libras de algodón y 1 2/3 libras de hilado, en 6 horas transformará 10 libras de algodón en 10 libras de hilado; por tanto, durante el proceso de hilado, el algodón absorberá 6 horas de trabajo. Este tiempo de trabajo está representado por una cantidad de oro equivalente a 3 chelines. El tejedor incorpora, pues, al algodón, con su trabajo, un valor de 3 chelines. Analicemos el valor total del producto, o sea, de las 10 libras de hilado. En él se materializan 2 ½  jornadas de trabajo: 2 en el algodón y en la masa de husos consumida y ½  en el proceso de trabajo del hilandero.
Este tiempo de trabajo representa una masa de oro de 15 chelines. El precio adecuado al valor de las 10 libras de hilo es, por tanto, de 15 chelines, y el de una libra de hilado 1 chelín y 6 peniques. Al llegar aquí, nuestro capitalista se queda perplejo. Resulta que el valor del producto es igual al valor del capital desembolsado. El valor desembolsado por el capitalista no se ha valorizado, no ha engendrado plusvalía; o, lo que es lo mismo, el dinero no se ha convertido en capital. El precio de las 10 libras de hilo son 15 chelines, los mismos 15 chelines que el capitalista hubo de invertir en el mercado para adquirir los elementos integrantes del producto, o lo que tanto vale, los factores del proceso de trabajo: 10 chelines en el algodón, 2 chelines en la masa de husos y 3 chelines en la fuerza de trabajo. ( pag.142)

El capitalista no cede. ¿ Acaso el obrero puede crear productos de trabajo, producir mercancías, con sus brazos inermes, en el vacío ? ¿ Quién sino él, el capitalista, le suministra la materia con la cual y en la cual materializa el obrero su trabajo ? Y, como  la inmensa mayoría de la sociedad está formada por descamisados de esos, ¿ no presta a la sociedad un servicio inapreciable con sus medios de producción, su algodón y sus husos, y no se lo presta también a los mismos obreros, a quienes además, por si eso fuese poco, les suministra los medios de vida necesarios ? Y este servicio, ¿ no ha de cobrarlo ?
Pero, preguntamos nosotros, ¿ es que el obrero, a su vez, no le presta a él, al capitalista, el servicio de transformar en hilado el algodón y los husos ?

Además, aquí no se trata de servicios. ( pag.143) Servicio es la utilidad que presta un valor de uso, mercancía o trabajo.

Aquí se trata del valor de cambio. El capitalista abona al obrero el valor de 3 chelines. El obrero, al incorporar al algodón un valor de 3 chelines, le devuelve un equivalente exacto: son dos valores iguales que se cambian.

Analicemos la cosa más despacio. El valor de un día de fuerza de trabajo  ascendía  a 3 chelines, porque en él se materializaba media jornada de trabajo; es decir, porque los medios de vida necesarios para producir la fuerza de trabajo durante un día costaba media jornada de trabajo.

Pero el trabajo pretérito encerrado en la fuerza de trabajo y el trabajo vivo que ésta puede desarrollar, su costo diario de conservación y su rendimiento diario, son dos magnitudes completamente distintas. La primera determina su valor de cambio, la segunda forma su valor de uso.
El que para alimentar y mantener en pie la fuerza de trabajo durante veinticuatro horas haga falta media jornada de trabajo, no quiere decir... que el obrero no pueda trabajar durante una jornada entera.
El valor de la fuerza de trabajo y su valorización en el proceso de trabajo son, por tanto, dos factores completamente distintos. Al comprar la fuerza de trabajo, el capitalista no perdía de vista esta diferencia de valor.
Pero el factor decisivo es el valor de uso específico de esta mercancía, que le permite ser fuente de valor, y de más valor que el que ella misma tiene. He aquí el servicio específico que de ella espera el capitalista. Y, al hacerlo, éste no se desvía ni un ápice de las leyes eternas del cambio de mercancías.
En efecto, el vendedor de la fuerza de trabajo, al igual que el de cualquier otra mercancía, realiza su valor de cambio y enajena su valor de uso. No puede obtener el primero sin desprenderse del segundo. El valor de uso de la fuerza de trabajo, o sea, el trabajo mismo,  deja de pertenecer a su ( pag.144) vendedor, ni más ni menos que al aceitero deja de pertenecerle el valor de uso del aceite que vende.
El poseedor del dinero paga el valor de un día de fuerza de trabajo: le pertenece, por tanto, el uso de esta fuerza de trabajo durante un día, el trabajo de una jornada.
El hecho de que la diaria conservación de la fuerza de trabajo no suponga más costo que el de media jornada de trabajo, a pesar de poder funcionar, trabajar, durante un día entero; es decir, el hecho de que el valor creado por su uso durante un día sea el doble del valor diario que encierra, es una suerte bastante grande para el comprador, pero no supone, ni mucho menos, ningún atropello que se cometa contra el vendedor.
Nuestro capitalista había previsto el caso, con una sonrisa de satisfacción. Por eso el obrero se encuentra en el taller con los medios de producción necesarios, no para un proceso de trabajo de seis horas, sino de doce. Si 10 libras de algodón absorbían seis horas de trabajo y se transformaban en 10 libras de hilado, 20 libras de algodón absorberán doce horas de trabajo y se convertirán en 20 libras de hilado.
Analicemos el producto de este proceso de trabajo prolongado. Ahora, en las 20 libras de hilo se materializan 5 jornadas de trabajo: 4 en la masa de algodón y de husos consumida y 1 en el trabajo absorbido por el algodón durante el proceso de hilatura. La expresión en oro de 5 jornadas de trabajo son 30 chelines...Tal es, por tanto, el precio de las 20 libras de hilo. Pero, la suma de valor de las mercancías que alimentan el proceso representaban 27 chelines. El valor del hilo representa 30. Por tanto, el valor del producto excede en 1/9 del valor desembolsado para su producción. Los 27 chelines se convierten en 30. Arrojan una plusvalía de 3 chelines.
Por fin la jugada maestra ha dado sus frutos. El dinero se ha convertido en capital.
Y todas las condiciones del problema se han resuelto sin infringir en lo más mínimo las leyes del cambio de mercancías. Se ha cambiado un equivalente por otro.
Como comprador, el capitalista ha pagado todas las mercancías, el algodón, la masa de husos y la fuerza de trabajo.
Después de comprarlas, ha hecho con estas mercancías lo que hace todo comprador: consumir su valor de uso.
El proceso de consumo de la fuerza de trabajo, que es al mismo tiempo proceso de producción de mercancías, arroja un producto de 20 libras de hilo, que representan un valor de 30 chelines. El capitalista retorna al mercado a vender su mercancía, después de haber comprado las de otros. Vende la libra de hilo a 1 chelín y 6 peniques, ni un céntimo por encima o por debajo de su valor. Y, sin embargo, saca de la circulación 3 chelines más de lo que invirtió en ella al comenzar.
Y todo este proceso, la transformación de dinero en capital, se opera en la órbita de la circulación y no se opera en ella. Se opera por medio de la circulación, pues está condicionado por la compra de la fuerza de trabajo en el mercado de mercancías. No se opera en la circulación, pues este proceso no hace mas que iniciar el proceso de valorización, cuyo centro reside en la órbita ( pag.145) de la producción. Y así todo marcha “ pour le mieux  dans le meilleur des mondes possibles ”.

Al transformar el dinero en mercancías, que luego han de servir de materias para formar un nuevo producto o de factores de un proceso de trabajo; al incorporar a la materialidad muerta de estos factores la fuerza de trabajo viva, el capitalista transforma el valor, el trabajo pretérito, materializado, muerto, en capital, en valor que se valoriza a sí mismo, en una especie de monstruo animado que rompe a “trabajar” como si encerrase un alma en su cuerpo.

Si comparamos el proceso de creación de valor y el proceso de valorización de un valor existente, vemos que el proceso de valorización no es más que el mismo proceso de creación de valor prolongado a partir de un determinado punto. Si éste sólo llega hasta el punto en que el valor de la fuerza de trabajo pagada por el capital deja el puesto a un nuevo equivalente, estamos ante un proceso de simple creación de valor. Pero, si el proceso rebasa ese punto, se tratará de un proceso de valorización.( pag.146)
Como unidad de proceso de trabajo y proceso de creación de valor, el proceso de producción es un proceso de producción de mercancías; como unidad de proceso de trabajo y de proceso de valorización, el proceso de producción es un proceso de producción capitalista, la forma capitalista de la producción de mercancías. ( pag.147)
Ya decíamos más arriba que, para los efectos del proceso de valorización, es de todo punto de vista indiferente el que el trabajo apropiado por el capitalista sea trabajo simple, trabajo social medio, o trabajo complejo, trabajo de peso específico más alto que el normal.
El trabajo considerado como trabajo más complejo, más elevado que el trabajo social medio, es la manifestación de una fuerza de trabajo que representa gastos de preparación superiores a los normales, cuya producción representa más tiempo de trabajo y, por tanto, un valor superior al de la fuerza de trabajo simple.
Esta fuerza de trabajo de valor superior al normal se traduce, como es lógico, en un trabajo superior, materializándose, por tanto, durante los mismos períodos de tiempo, en valores relativamente más altos. Pero, cualquiera que sea la diferencia de gradación que medie entre el trabajo del tejedor y el trabajo del joyero, la porción de trabajo con la que el joyero se limita a reponer el valor de su propia fuerza de trabajo no se distingue en nada, cualitativamente, de la porción adicional de trabajo con la que crea plusvalía. Lo mismo en este caso que en los anteriores, la plusvalía sólo brota mediante un exceso cuantitativo de trabajo, prolongando la duración del mismo proceso de trabajo, que en un caso es proceso de producción de hilo y en otro caso de producción de joyas.
Por otra parte, en todo proceso de creación de valor, el trabajo com-( pag.148)plejo debe reducirse siempre al trabajo social medio, v.gr. un día de trabajo complejo a “ x ” días de trabajo simple. Por tanto, partiendo del supuesto de que el obrero empleado por el capital ejecuta un simple trabajo social medio, nos ahorramos una operación inútil y simplificamos el análisis del problema.( pag.149)

1 comentario:

  1. no entendí el resumen... a mí parecer deberia ser más corto, pues casi abarca la totalidad del texto original

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