miércoles, 5 de octubre de 2011

Resumen Primer tomo, sección segunda, Capitulo 4 (I parte)

SECCIÓN SEGUNDA

LA  TRANSFORMACIÓN   DEL  DINERO  EN  CAPITAL

CAPÍTULO IV

CÓMO SE CONVIERTE EL DINERO EN CAPITAL

1. La fórmula general del capital
La circulación de mercancías es el punto de arranque del capital. La producción de mercancías y su circulación desarrollada, o sea, el comercio, forman las premisas históricas en que surge el capital.
La biografía moderna del capital comienza en el siglo XVI , con el comercio y el mercado mundiales.
Si prescindimos del contenido material de la circulación de mercancías, del intercambio de diversos valores de uso, y nos limitamos a analizar las formas económicas que este proceso engendra, veremos que su resultado final es el dinero.
Pues bien; este resultado final de la circulación de mercancías es la forma inicial en que se presenta el capital.
Históricamente, el capital empieza enfrentándose en todas partes con la propiedad inmueble en forma de dinero, bajo la forma de patrimonio-dinero, de capital comercial y de capital usurario.
Esta historia se repite diariamente ante nuestros ojos.
Todo capital nuevo comienza pisando la escena, es decir,… el mercado de mercancías, el de trabajo o el de dinero, bajo la forma de dinero, dinero que, a través de determinados procesos, tiende a convertirse en capital.
El dinero considerado como dinero y el dinero considerado como capital no se distinguen, de momento, más que por su diversa forma de circulación.
La forma directa de la circulación de mercancías es M – D – Mvender para comprar.
Pero, al lado de esta forma, nos encontramos con otra, específicamente distinta de ella, con la forma D - M – D, o sea, transformación del dinero en mercancía y de ésta nuevamente en dinero: comprar para vender.
El dinero que gira con arreglo a esta forma de circulación es el que se transforma en capital, llega a ser capital y lo es ya por su destino. (pag.103)
El resultado en que desembarca todo este proceso es el intercambio de dinero por dinero,  D – D .
Ahora bien, es evidente que el proceso de circulación D – M – D resultaría carente de todo sentido si se diese ese rodeo para cambiar valores iguales en dinero,... para cambiar 100 libras esterlinas por 100 libras esterlinas. Mucho más sencillo y seguro es el método del atesorador, que, en vez de lanzar al peligro circulatorio sus 100 libras esterlinas, las retiene y las guarda.
Por tanto, lo primero que tenemos que hacer es analizar las diferencias de forma que median entre los ciclos   D – M – D   y   M – D – M.  Con ello, se pondrá a la vez de manifiesto las diferencias materiales que se esconden detrás de esa distinción de carácter formal.
Veamos, ante todo, qué es lo que tienen de común entre sí ambas formas.
Ambos ciclos se desdoblan en las mismas fases contrapuestas, M – D, venta, y D – M, compra. En cada una de estas dos fases, se enfrentan los mismos dos elementos materiales, mercancía y dinero, y dos personas revestidas con los mismos papeles económicos, un comprador y un vendedor. Ambos ciclos representan la unidad de las mismas fases contrapuestas, y en ambos se opera esta unidad por la actuación de tres contratantes: uno que no hace más que vender, otro que se limita a comprar y un tercero que desempeña alternativamente los papeles de comprador y vendedor.
Hay algo,  sin embargo,  que  distingue desde luego ambos  ciclos,   M    D    M  y               D    M    D y es el orden inverso en que se desarrollan las mismas fases contra-puestas del proceso de circulación.
La circulación simple de mercancías comienza con la venta y acaba con la compra: la (pag. 104) circulación del dinero en función de capital comienza con la compra y acaba con la venta.
Allí, el punto de arranque y la meta final del movimiento es la mercancía: aquí, el dinero. En la primera forma es el dinero, en la segunda, la mercancía, lo que sirve de agente mediador del proceso total.
En la circulación M – D – M, el dinero acaba siempre convirtiéndose en una mercancía, empleada como valor de uso. Por tanto aquí el dinero se gasta definitivamente. En cambio, en la forma opuesta, D – M – D, el comprador sólo desembolsa dinero para volver a embolsarlo como vendedor… Sólo se desprende del dinero con la intención premeditada de volver a apoderarse de él. No hace, por tanto, más que adelantarlo.
En la forma M – D – M, la misma pieza de dinero cambia de sitio dos veces. El vendedor la recibe del comprador, para  entregarla en seguida a otro vendedor.
Al revés de lo que ocurre en la forma D – M – D. Aquí, no es la misma pieza de dinero, sino la misma mercancía la que cambia dos veces de mano. El comprador la recibe de manos del vendedor, para ponerla en seguida en manos de otro comprador.
Y así como en la circulación simple de mercancías al cambiar dos veces de sitio la misma pieza de dinero, ésta pasa definitivamente de una mano a otra, aquí, al cambiar dos veces de sitio la misma mercancía, el dinero refluye a su punto de partida inicial.
El reflujo del dinero a su punto de partida no depende del hecho de que la mercancía se venda más cara de lo que se compró. Esta circunstancia sólo influye en la magnitud de la suma de dinero que refluye. El fenómeno  del  reflujo  se produce  tan  pronto como la mercancía comprada vuelve a venderse, es decir, tan pronto como se cierra el ciclo  D – M – D. Entre la circulación del dinero como capital y su circulación como dinero pura y simplemente media, pues, como se ve, una diferencia perceptible a través de los sentidos.
El ciclo M – D – M se recorre en su totalidad tan pronto como la venta de una mercancía arroja dinero y éste es absorbido por la compra de otra mercancía. (pag.105)
En cambio, en el ciclo D – M – D el reflujo del dinero está directamente condicionado por el carácter de su inversión. De no producirse este reflujo, la operación fracasa o el proceso se interrumpe y queda truncado, por falta de su segunda fase, o sea de la venta que corona la compra.
El ciclo M – D – M  arranca en el polo de una mercancía y se cierra con el polo de otra mercancía, que sale de la circulación y entra en la órbita del consumo. Su fin último es, por tanto, el consumo, la satisfacción de necesidades, o, dicho en otros términos, el valor de uso.
Por el contrario, el ciclo D – M – D arranca del polo del dinero para retornar por último al mismo polo. Su motivo propulsor y su finalidad determinante es, por tanto, el propio valor de cambio.
En la circulación simple de mercancías ambos polos presentan la misma forma económica. Ambos son mercancías. Son, además, mercancías de la misma magnitud de valor. Pero cualitativamente, son valores de uso distintos, v.gr. trigo y traje. El intercambio de productos, el cambio de diversas materias en que toma cuerpo el trabajo social, es lo que forma aquí el contenido del movimiento.
No así en la circulación D – M – D. A primera vista, este ciclo parece absurdo porque acaba por donde empezó. Ambos polos presentan en él la misma forma económica. Ambos son dinero, y, por tanto, valores de uso entre los cuales no media ninguna diferencia cualitativa, pues el dinero no es, como sabemos, más que la forma transfigurada de las mercancías, en la que se borran todas las huellas de sus valores específicos de uso.
Cambiar…una cantidad de dinero por otra igual, sería, evidentemente, una operación absurda e inútil.
Las sumas de dinero sólo se distinguen por (pag.106) su magnitud.
Por tanto, el proceso D – M – D no debe su contenido a ninguna diferencia cualitativa entre sus dos polos, pues ambos son dinero, sino simplemente a una diferencia cuantitativa. El proceso acaba siempre sustrayendo a la circulación más dinero del que a ella se lanzó.
Este incremento o excedente que queda después de cubrir el valor primitivo es lo que yo llamo PLUSVALÍA ( surplus value ).
Por tanto, el valor primeramente desembolsado no sólo se conserva en la circulación, sino que su magnitud de valor experimenta, dentro de ella, un cambio, se incrementa con una plusvalía, se valoriza. Y este proceso es el que lo convierte en capital.
Cabe, indudablemente, que en la fórmula M – D – M,  los dos polos M y M, v.gr. el trigo y el traje, sean también magnitudes de valor cuantitativamente distintas. El labriego puede, evidentemente, vender su trigo por más de lo que vale o comprar el traje por menos de su valor. También puede ocurrir que el sastre le engañe. Sin embargo, en esta forma de circulación, las tales diferencias de valor son puramente fortuitas.
La repetición o renovación del acto de vender para comprar tiene su pauta y su meta, como el propio proceso, en un fin último exterior a él: en el consumo, en la satisfacción de determinadas necesidades.
En cambio, cuando se compra para vender el proceso comienza y acaba por el mismo factor, por el dinero o valor de cambio, y ya esto hace que el proceso sea interminable.
Cierto que D se ha convertido en D +  Δ D, las 100 libras esterlinas en 100 + 10. Si las 110 libras esterlinas se gastasen como dinero, faltarían a su papel. Dejarían de ser capital. Sustraídas a la circulación, se petrificarían en forma de tesoro y no harían brotar ni un céntimo, aún cuando estuviesen encerradas en su cueva hasta el día del Juicio final.
Por tanto, si se trata de valorizar el valor, a la misma necesidad responde la valorización de las 110 libras esterlinas  que la de 100, pues ambas cantidades son expresiones limitadas del valor de cambio y ambas tienen, por consiguiente, la misión de acercarse a la (pag.107) riqueza incrementando su magnitud.
El movimiento del capital es por tanto, incesante. (pag.108)
Como agente consciente de este movimiento, el poseedor de dinero se convierte en capitalista. El contenido objetivo de este proceso de circulación - la valorización del valor - es su fin subjetivo, y solo actúa como capitalista, como capital personificado, dotado de conciencia y de voluntad, en la medida en que sus operaciones no tienen más motivo propulsor que la apropiación progresiva de riqueza abstracta.
El valor de uso no puede, pues, considerarse jamás como fin directo del capitalista. Tampoco la ganancia aislada, sino el apetito insaciable de ganar. Este afán absoluto de enriquecimiento, esta carrera desenfrenada en pos del valor hermana al capitalista y al atesorador;  pero, mientras que éste no es más que el capitalista trastornado, el capitalista es  el atesorador racional.
El incremento insaciable de valor que el atesorador persigue, pugnando por salvar a su dinero de la circulación, lo consigue con más inteligencia el capitalista, lanzándolo una y otra vez, incesantemente, al torrente circulatorio.
El valor pasa constantemente de una forma a otra, sin perderse en estos tránsitos y convirtiéndose así en sujeto automático.
Si plasmamos las formas o manifestaciones específicas que el valor que se valoriza reviste sucesivamente a lo largo del ciclo de su vida, llegaremos a las siguientes definiciones: capital es dinero; capital es mercancía.
En realidad, el valor se erige (pag.109)  aquí en  sujeto de un proceso en el que, bajo el cambio constante de las formas dinero y mercancía, su magnitud varía automáticamente, desprendiéndose como plusvalía de sí mismo como valor originario, o lo que tanto vale, valorizándose a sí mismo.
En efecto; el proceso en que engendra plusvalía es su propio proceso, y, por lo tanto, su valorización, la valorización de sí mismo.
Ha obtenido la virtud oculta y misteriosa de engendrar valor por el hecho de ser valor. Lanza al mundo crías vivientes, o al menos pone huevos de oro.
Como sujeto mudable de este proceso…el valor necesita ante todo de una forma independiente, en que contraste su identidad consigo mismo. Esta forma sólo puede dársela el dinero. Por eso el dinero constituye el punto de arranque y el punto final de todo proceso de valorización.
El valor se convierte, por tanto, en valor progresivo, en dinero progresivo, o lo que es lo mismo, en capital.
El valor proviene de la circulación y retorna nuevamente a ella, se mantiene y multiplica en ella, refluye a ella incrementado y reinicia constantemente el mismo ciclo. D – D`, dinero que incuba dinero, money wich begets money, reza la definición del capital en boca de los mercantilistas.
Comprar para vender, o dicho más exactamente, comprar para (pag.110) vender más caro, D – M – D`, parece a primera vista como si sólo fuese la fórmula propia de una modalidad del capital, del capital mercantil. Pero no es así: el capital industrial es también dinero que se convierte en mercancía, para convertirse nuevamente en más dinero, mediante la venta de aquélla.
Los actos que puedan producirse entre la compra y la venta, fuera de la órbita de la circulación, no alteran en lo más mínimo esta forma del proceso.
Finalmente, en el capital dado a interés la circulación  D – M – D` se presenta bajo una forma concentrada, sin fase intermedia ni mediador,… como D – D`, o sea dinero, que es a la par más dinero, valor superior a su propio volumen.
D – M – D` es pues…la fórmula genérica del capital, tal y como se nos presenta directamente en la órbita de la circulación. 

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