lunes, 17 de octubre de 2011

Resumen Primer tomo, sección segunda, Capitulo 4(II parte).

2. Contradicciones de la fórmula general
La forma de circulación en que el dinero sale de la crisálida convertido en capital contradice a todas las leyes que dejamos expuestas acerca de la naturaleza de la mercancía, del valor, del dinero y de la propia circulación.
Lo que distingue a esta forma de la circulación simple de mercancías es la serie inversa en que se desarrollan los dos procesos antagónicos, que son los mismos en ambos casos: la venta y la compra.
¿ Cómo se explica que esta diferencia puramente formal haga cambiar, como por encanto, el carácter de estos procesos?. (pag.111)
Como vemos, la inversión del orden no nos permite remontarnos sobre la órbita de la circulación simple de mercancías; no tenemos, pues, más remedio que detenernos a investigar si, por su naturaleza, esa circulación consiente la valorización de los valores sobre que versa, y por tanto, la formación de plusvalía.
Enfoquemos el proceso de circulación en una forma que no envuelva más que un simple intercambio de mercancías. Si sólo nos fijamos en el valor de uso, es evidente que ambas partes contratantes pueden salir ganando con el cambio. Ambos se desprenden de mercancías que como valores de uso no les sirven de nada, obteniendo a cambio otras de cuyo uso necesitan. Y puede ocurrir que esa utilidad no sea la única. A, que vende vino  y compra trigo, produce acaso más vino del que podría producir trabajando el mismo tiempo el agricultor B, y éste, a su vez, más trigo del que, trabajando el mismo tiempo, podría producir el cosechero de vino A.
Por el mismo valor de cambio, A obtendrá, pues, más trigo y B más vino que si ambos hubieran de producir trigo y vino respectivamente para sus necesidades, sin acudir al intercambio.
En lo que toca al valor de uso, cabe, pues, afirmar que “el cambio es una operación en la que ambas partes salen ganando”.
El hecho de que entre las mercancías se  deslice  como  medio  de  circulación el dinero, desdoblando visiblemente los actos de la compra y de la venta, no hace cambiar el asunto en lo más mínimo. El valor de (pag.112) las mercancías aparece ya expresado en sus precios antes de que se lancen a la circulación; es, por tanto, premisa y no efecto de ésta.
Considerada en abstracto, es decir, dejando a un lado todos los hechos que no se derivan de las leyes inmanentes de la circulación simple de mercancías, en ésta sólo se opera, aparte de la sustitución de un valor de uso por otro, una metamorfosis, un simple cambio de forma de la mercancía. Pero este cambio de forma no envuelve cambio alguno, en lo que a la magnitud de valor se refiere.
Por tanto, si la circulación de la mercancía sólo se traduce en un cambio de forma de su valor, su función se reduce, suponiendo que el fenómeno se desarrolle en toda su pureza, a operar un simple cambio de equivalentes.
La propia economía vulgar, con no sospechar siquiera lo que es el valor, siempre que quiere, a su modo, investigar el fenómeno en toda pureza, parte del supuesto de que la demanda y la oferta se equilibran, cesando por tanto...sus efectos.
Por consiguiente, si con relación al valor de uso ambas partes contratantes pueden salir ganando, es imposible que respecto al valor de cambio ganen los dos. Aquí rige otra norma: “Donde hay equivalencias, no puede haber lucro."
Cabe, indudablemente, que las mercancías se vendan por un precio divergente de su valor, pero esta divergencia no es más que una trasgresión de la ley del cambio de mercancías. En su forma pura, el cambio de mercancías es siempre un cambio de equivalentes y, por tanto, no da pie para lucrarse obteniendo más valor.
Detrás de las tentativas de quienes se esfuerzan por presentar la circulación de mercancías como la fuente de la plusvalía se esconde, pues, casi (pag.113)  siempre, un quid pro quo,  una confusión de valor de uso y valor de cambio.
Tal ocurre, por ejemplo, en Condillac:
"No es exacto que el cambio de mercancías verse sobre intercambio de valores iguales. Es al revés. De los dos contratantes, uno entrega siempre un valor inferior, para recibir a cambio otro más grande…En efecto, si se cambiasen siempre valores iguales, ninguno de los contratantes podría obtener una ganancia, y sin embargo, ambos ganan, o por lo menos debieran ganar. ¿ Por qué ? El valor de los objetos reside,  pura y simplemente, en su relación con nuestras necesidades. Lo que para uno es más es para el otro menos y, viceversa… No se puede partir del supuesto de que ofrezcamos en venta objetos indispensables para las necesidades de nuestro consumo…Nos desprendemos de cosas que nos son inútiles, con objeto de obtener a cambio otras que necesitamos: damos menos por más …Cuando los objetos cambiados sean iguales en valor a la misma cantidad de dinero, es natural pensar que el cambio versa sobre valores iguales…Pero hay que tener en cuenta también otro factor, a saber: que ambos cambiamos lo que nos sobra por lo que nos falta.”
Como se ve, Condillac no sólo mezcla y confunde el valor de uso y el valor de cambio, sino que, procediendo de un modo verdaderamente pueril, atribuye a una sociedad basada en un régimen desarrollado de producción de mercancías un estado de cosas en que el productor produce directamente sus medios de subsistencia y sólo lanza a la circulación lo que le sobra después de cubrir sus necesidades, el excedente. Y, sin embargo, el argumento de  Condillac  aparece  empleado  frecuentemente por los economistas modernos, sobre todo cuando se trata de presentar como fuente de plusvalía la forma desarrollada de circulación de mercancías, el comercio.
"El comercio-dice, por ejemplo un autor- añade valor a los productos, pues éstos, siendo los mismos, tienen más valor en las manos del consumidor que en manos del productor, razón por la cual el comercio debe ser considerado estrictamente como acto de producción.”
Pero lo cierto es que las mercancías no se pagan dos veces, una por su valor de uso y otra por su valor. Y si para el comprador el valor de uso de la mercancía es más útil que para el vendedor, a éste le interesa más que al comprador su forma en dinero. De no ser así, no la vendería. De modo que lo mismo podríamos decir que el comprador realiza estrictamente “un acto de producción”  al convertir en dinero las medias que le vende el comerciante.
Si lo que se cambia son mercancías o mercancías y dinero con el mismo (pag.114) valor de cambio, es decir, equivalentes, es innegable que nadie puede sacar de la circulación más valor del que metió en ella. No es, pues, aquí donde se forma la plusvalía. (pag.115)
Por eso los que mantienen consecuentemente la ilusión de que la plusvalía brota de un recargo nominal de precios, o sea de un privilegio que permite al vendedor vender la mercancía por más de lo que vale, parten de la existencia de una clase que compra sin vender o, lo que es lo mismo, que consume sin producir.
Ateniéndonos al punto de vista en que estamos colocados, al punto de vista de la circulación simple, la existencia de esa clase es, para nosotros, por el momento, un hecho inexplicable.
Pero, adelantemos un poco lo que habrá de exponerse en su lugar. El dinero de que se sirva esa clase para sus continuas compras deberá afluir a ella directamente y de un modo constante desde los posee-(pag.116)dores de mercancías, sin cambio, gratuitamente, en virtud de determinados títulos jurídicos o por obra de la violencia.
Así por ejemplo, las ciudades del Asia Menor pagaban a Roma todos los años un tributo en dinero. Con este dinero, Roma les compraba mercancías, pagándolas por más de su valor. Los habitantes de las ciudades conquistadas engañaban a los romanos, arrancando a sus conquistadores, por medio del comercio, una parte del tributo. A pesar de esto, los engañados seguían siendo ellos, los vendedores, puesto que los romanos les pagaban sus mercancías con su propio dinero. No es éste, evidentemente, un método para enriquecerse ni para crear plusvalía.
Puede ocurrir que el poseedor de mercancías A sea  tan astuto, que engañe a sus colegas B o C y que éstos, pese a toda su buena voluntad, no sean capaces de tomarse la revancha. A vende a B vino por valor de  40 libras esterlinas y recibe a cambio trigo por valor  de 50 libras. Mediante este operación A habrá convertido sus 40 libras en 50, sacando más dinero del que invirtió y transformando su mercancía en capital. Observemos la cosa más de cerca. Antes de realizarse esta operación, teníamos en manos de A vino por valor de 40 libras esterlinas, y en manos de B trigo por valor de 50 libras, o sea, un valor total de 90 libras esterlinas. Realizada la operación, el valor total sigue siendo el mismo: 90 libras. El valor circulante no ha aumentado ni un átomo: lo único que ha variado es su distribución entre A y B. Lo que en un lado aparece como plusvalía, es del otro lado minusvalía; lo que de una parte representa un más, es del otro lado un menos. Si  A  hubiese robado abiertamente las 10 libras a B, sin guardar las formas del intercambio, el resultado sería el mismo.  Es evidente que la suma de los valores circulantes no aumenta, ni puede aumentar, por muchos cambios que se operen en su distribución…(pag.117)
Por muchas vueltas que le demos, el resultado será siempre el mismo. Si se cambian equivalentes, no se produce plusvalía, ni se produce tampoco aunque se cambien valores no equivalentes. La circulación o el cambio de mercancías no crea valor.  
Esa es la razón de que en nuestro análisis de la forma básica del capital, de la forma en que éste determina la organización de la sociedad moderna, prescindamos totalmente, por el momento, de sus manifestaciones vulgares y antediluvianas, por así decirlo: el capital comercial y el capital a interés.(pag.118)
Por eso dice Aristóteles: "Como la crematística es de dos clases, una para el comercio y otra para la economía, esta última necesaria y laudable, la primera, en cambio, basada en la circulación y con razón censurada. ( pues no descansa en la naturaleza, sino en el mutuo engaño), la usura es odiada, y con toda razón, pues aquí el dinero es fuente directa de lucro y no se emplea para lo que se inventó. Pues el dinero se creó para el cambio de mercancías y el interés hace del dinero más dinero. De ahí su nombre ( …que en griego quiere decir interés y criatura), pues las criaturas semejan siempre al criador. Y el interés es dinero de dinero, es decir, la más antinatural de todas las ramas de lucro.”
En el curso de nuestra investigación, nos encontraremos con el capital comercial y con el capital a interés, como formas derivadas, y veremos también por qué, históricamente, estas formas son anteriores a la forma básica moderna del capital.
Hemos visto que la plusvalía no puede brotar de la circulación, que, por tanto, al crearse, tiene necesariamente que operar a sus espaldas como algo invisible en sí misma.
Pero, ¿ es que la plusvalía puede brotar de otra fuente que no sea la circulación ?
La circulación es la suma de todas las relaciones de cambio que se establecen entre los poseedores de mercancías. Fuera de la circulación, el poseedor de mercancías no se relaciona más que con las mercancías de su propiedad.
El poseedor de mercancías puede, con su trabajo, crear valores, pero no valores que engendren nuevo valor. Puede aumentar el valor de una mercancía, añadiendo al valor existente nuevo valor mediante un nuevo trabajo...convirtiendo el cuero en botas.  La misma materia, el cuero, encerrará ahora más valor, puesto que contiene una cantidad mayor de trabajo. Las botas valen más que el cuero, indudablemente, pero el valor del cuero sigue siendo el que era. No ha engendrado un nuevo valor, ni ha arrojado plusvalía durante la fabricación de las botas. Es imposible, por tanto, que (pag.119) el productor de mercancías, fuera de la órbita de la circulación, sin entrar en contacto con otros poseedores de mercancías, valorice su valor, transformando, por tanto, en capital, el dinero o la mercancía.
Como se ve, el capital no puede brotar de la circulación, ni puede brotar tampoco fuera de la circulación.
Tiene necesariamente que brotar en ella y fuera de ella, al mismo tiempo.
Llegamos, pues, a un doble resultado. La transformación del dinero en capital ha de investigarse a base de las leyes inmanentes al cambio de mercancías, tomando, por tanto, como punto de partida, el cambio de equivalentes.
Nuestro poseedor de dinero, que, por el momento, no es más que una larva de capitalista, tiene necesariamente que comprar las mercancías por lo que valen y que venderlas por su valor, y sin embargo, sacar al final del proceso, más valor del que invirtió. Su metamorfosis en mariposa tiene que operarse en la órbita de la circulación y fuera de ella a un mismo tiempo. Tales son las condiciones del problema. Hic Rhodus, hic salta !

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