domingo, 4 de diciembre de 2011

Resumen Primer tomo, sección cuarta, Capitulo 12(parte IV)

4.  La fábrica

Hemos estudiado, al comenzar este capítulo, el cuerpo de la fábrica, el organismo del sistema maquinista. Vimos después cómo la maqui-(pag.345)naria amplía el material humano de explotación mediante la apropiación del trabajo de la mujer y del niño; cómo confisca la vida entera del obrero, al dilatar en proporciones desmedidas la jornada de trabajo, y cómo sus progresos, que permiten fabricar una masa gigantesca de productos en un período cada vez menor, acaban convirtiéndose en un medio sistemático para movilizar más trabajo en cada momento o explotar la fuerza de trabajo de un modo cada vez más intensivo. Pasemos ahora a estudiar la totalidad de la fábrica, tomando ésta en su manifestación más perfecta. (pag.346)

Con el instrumento de trabajo, pasa también del obrero a la máquina la virtuosidad en su manejo. La capacidad de rendimiento de la herramienta se emancipa de las trabas personales que supone la fuerza humana de trabajo. Con esto, queda superada la base técnica sobre la que descansa la división del trabajo en la manufactura. He aquí por qué en la fábrica automática la jerarquía de los obreros especializados, característica de la manufactura, es sustituida por la tendencia a la equiparación o nivelación de los distintos trabajos encomendados a los auxiliares  de la maquinaria y las diferencias de carácter artificial entre unos y otros obreros parciales se ven desplazadas predominantemente por las tendencias naturales de edad y sexo.

Cuando reaparece en la fábrica automática la división del trabajo, es siempre con el carácter primordial de distribución de los obreros entre las máquinas especializadas y de asignación de masas de obreros, que no llegan a formar verdaderos grupos orgánicos, a los diversos departamentos de la fábrica, donde trabajan en máquinas-herramientas iguales o parecidas, alineadas las unas junto a las otras, en régimen de simple cooperación. (pag.347)

Como se ve, esta división del trabajo es puramente técnica. Todo trabajo mecánico re-
quiere un aprendizaje temprano del obrero, que le enseñe a adaptar sus movimientos propios a los movimientos uniformemente continuos de un autómata. (pag.348) La maquinaria se utiliza abusivamente para convertir al propio obrero, desde la infancia, en parte de una máquina parcial. De este modo, no sólo se disminuyen considerablemente los gastos necesarios para su propia reproducción, sino que además, se consuma su supeditación impotente a la unidad que forma la fábrica. Y, por tanto, al capitalista. Como siempre, hay que distinguir entre la productividad debida al desarrollo del proceso social de producción y la mayor productividad debida a la explotación capitalista. En la manufactura, los obreros son otros tantos miembros de un mecanismo vivo. En la fábrica, existe por encima de ellos un mecanismo muerto, al que se les incorpora como apéndices vivos. (pag.349)

Nota común a toda producción capitalista, considerada no sólo como proceso de trabajo, sino también como proceso de explotación  de capital, es que, lejos de ser el obrero quien maneja las condiciones de trabajo, son éstas las que le manejan a él; pero esta inversión no cobra realidad técnicamente tangible hasta la era de la maquinaria. Al convertirse en un autómata, el instrumento de trabajo se enfrenta como capital, durante el proceso de trabajo, con el propio obrero; se alza frente a él como trabajo muerto que domina y absorbe la fuerza de trabajo viva.

La supeditación técnica del obrero a la marcha uniforme del instrumento de trabajo y la composición característica del organismo de trabajo, formado por individuos de ambos sexos y diversas edades, crean una disciplina cuartelaria, que se desarrolla hasta integrar el régimen fabril perfecto, dando vuelos al trabajo de vigilancia a que nos hemos referido más atrás y, por tanto, a la división de los obreros en obreros manuales y capataces obreros, en soldados rasos y suboficiales del ejército (pag.350) de la industria. El látigo del capataz de esclavos deja el puesto al reglamento penal del vigilante. Como es lógico, todas las penas formuladas en este código se traducen en multas y deducciones de salario, el ingenio legislativo del Licurgo fabril se las arregla de modo que la infracción de sus leyes sea más rentable para el capitalista, si cabe, que su observancia. (pag.351)

La tendencia a economizar los medios sociales de producción, tendencia que bajo el sistema fabril, madura como planta de estufa, se convierte, en manos del capital, en un saqueo sistemático contra las condiciones de vida del obrero durante el trabajo, en un robo organizado de espacio, de luz, de aire y medios personales de protección contra los procesos de producción malsanos e insalubres, y no hablemos de los aparatos e instalaciones para comodidad del obrero. (pag.353)

5.  Lucha entre el obrero y la máquina

La lucha entre el capitalista y el obrero asalariado se inicia al comenzar el capitalismo. Esta lucha se desarrolla a lo largo de todo el período manufacturero. Sin embargo, el obrero no lucha contra el mismo instrumento de trabajo, es decir, contra la modalidad material de existencia del capital, hasta la introducción de la maquinaria. Se subleva
contra esta forma concreta que revisten los medios  de producción, como base material
del régimen de producción capitalista.

Fue casi toda Europa la que, en el transcurso del siglo  XVII, presenció una serie de revueltas obreras contra el llamado “molino de cintas”...máquina destinada a tejer cintas y galones. (pag.354) Cuando Everet construyó en 1758 la primera máquina de esquilar movida por agua, ésta fue quemada por unos cuantos cientos de obreros, a quienes el invento venía a privar de trabajo. Hubo de pasar  tiempo y acumularse experiencia antes
de que el obrero supiese  distinguir  la  maquinaria  de  su  empleo capitalista,  acostum-
brándose por tanto a desviar sus ataques de los medios materiales de producción para dirigirlos contra su forma social de explotación.

Si, por ejemplo, se dice que en Inglaterra harían falta 100 millones de hombres para hilar, con las viejas ruecas, la cantidad de algodón que ahora hilan 500.000 obreros con las máquinas, no se quiere decir...que la máquina ocupe el puesto de aquellos millones de hombres, que jamás existieron. Se quiere decir sencillamente, que para suplir a la máquina de hilar harían falta muchos millones de obreros. (pag.355)

En su forma de máquina, el instrumento de trabajo se convierte en seguida en competidor del propio obrero. El aumento del capital por medio de la máquina se halla en razón directa al número de obreros cuyas condiciones de vida anula ésta. Todo el sistema de la producción capitalista descansa sobre el hecho de que el obrero vende su fuerza de trabajo como una mercancía. La división del trabajo reduce esa fuerza de trabajo a la pericia puramente detallista del obrero en el manejo de una herramienta parcial. Al pasar el manejo de la herramienta a cargo (pag.356) de la máquina, la fuerza de trabajo pierde su valor de uso, y con él su valor de cambio. El obrero no encuentra salida en el mercado, queda privado de valor, como el papel-moneda retirado de la circulación.

La parte de la clase obrera que la maquinaria convierte de este modo en población sobrante, es decir, inútil por el momento para los fines de explotación del capital, sigue dos derroteros: de una parte, se hunde en la lucha desigual entablada por la vieja doctrina manual y manufacturera contra la industria maquinizada; de otra parte, inunda todas las ramas industriales fácilmente accesibles, abarrota el mercado de trabajo de mano de obra y hace, con ello, que el precio de la fuerza de trabajo descienda por debajo de su valor.(pag.357)

El instrumento de trabajo azota al obrero. Claro está que donde esta contradicción directa cobra un carácter más palmario es allí donde las nuevas aplicaciones de la maquinaria compiten con la industria manual o manufacturera tradicionales. Mas  también dentro del campo de la gran industria producen efectos análogos los constantes  progresos de la maquinaria y del desarrollo del sistema automático.(pag.358) Un fabricante de Manchester declara: “ En vez de 75 máquinas de cardar, ahora sólo empleamos 12, que nos suministran la misma cantidad de productos, con una calidad igual o superior...Ahorramos en jornales 10 libras esterlinas a la semana y el 10% en desperdicios de algodón. ” (pag.359)

Como potencia hostil al obrero, la maquinaria es proclamada  y  manejada de un modo
tendencioso y ostentoso por el capital. Las máquinas se convierten en el arma poderosa para reprimir las sublevaciones obreras periódicas, las huelgas y demás movimientos desatados contra la autocracia del capital. (pag.361)


6. La teoría de la compensación, aplicada a los obreros desplazados por las máquinas.

Toda una serie de economistas burgueses, como James Mill, Mac-Culloch, Torrens, Se-
nior, J.St.Mill y otros, afirman que la maquinaria, al desplazar a los obreros, permite y
obliga al mismo tiempo a movilizar el capital adecuado para dar empleo a los mismos
obreros desplazados o a otros idénticos. (pag.363)

Pero aun suponiendo que la construcción de la nueva maquinaria diese trabajo a un número mayor de mecánicos, ¿ qué compensación supondría esto para los alfombreros lanzados al arroyo ? En el mejor de los casos, la fabricación de las nuevas máquinas dará siempre trabajo a menos obreros de los desplazados por su empleo. (pag.364)

Los hechos reales, que el optimismo de ciertos economistas pretenden disfrazar, son éstos: los obreros desplazados por la maquinaria se (pag.365) ven lanzados del taller al mercado de trabajo, donde van a aumentar el censo de las fuerzas de trabajo disponibles para la explotación capitalista.

Los antagonismos y las contradicciones inseparables del empleo capitalista de la maquinaria no brotan de la maquinaria misma, sino de su empleo capitalista. Y puesto que la maquinaria, de por sí, acorta el tiempo de trabajo, mientras que empleada por el capitalista lo alarga; puesto que de suyo facilita el trabajo, mientras que aplicada al servicio del capi-(pag.366)talismo refuerza más todavía su intensidad; puesto que de por sí representa un triunfo del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza, pero, al ser empleada por el capitalista hace que el hombre sea sojuzgado por las fuerzas naturales; puesto que de por sí incrementa la riqueza del productor, pero dado su empleo capitalista, lo empobrece, etc.,etc., el economista burgués declara lisa y llanamente que el examen  de la maquinaria como tal  demuestra de un modo preciso que todas aquellas contradicciones palpables son una simple apariencia de la realidad vulgar, pero que no existe de por sí, ni por tanto tampoco en la teoría. En vista de eso, no se molesta en quebrarse más la cabeza y, encima, achaca al adversario la necesidad de no combatir el empleo capitalista de la maquinaria, sino la maquinaria misma. (pag.367)
Con la máquina nace una nueva clase de obreros: sus productores. Ya sabemos que la maquinización se adueña de esta rama de producción de donde nacen las mismas máquinas en una escala cada vez más intensa. (pag.368)

Al crecer la masa de materias primas, artículos a medio fabricar, instrumentos de trabajo, etc., producidos con un número relativamente pequeño de obreros por la industria maquinizada, la fabricación de estas primeras materias y artículos a medio elaborar se desglosa en una serie innumerable de categorías y variantes, con lo que se desarrolla la variedad de las ramas sociales de producción. La maquinización impulsa la división social del trabajo mucho más que la manufactura,  puesto que  aumenta en  una
proporción mucho mayor la fuerza productiva de las industrias en que se implanta. (pag.369)
El resultado más inmediato de la maquinaria es el aumento de la plusvalía y, con ella, de la masa de producción en que toma cuerpo; por tanto, al mismo tiempo que incrementa la sustancia de que vive la clase capitalista, con todo su cuerpo, hace aumentar el contingente de estas capas sociales. Su creciente riqueza y el descenso constante relativo del número de  obreros  necesario  para  la  producción de artículos de 
primera necesidad, crean, a la par que nuevas necesidades de lujo, nuevos medios para su satisfacción. Una parte mayor del producto social se convierte en plusproducto, un volumen más considerable de éste se produce y consume, a su vez, en formas más refinadas y variadas. Dicho en otros términos: crece la producción de lujo.

La tendencia  hacia el refinamiento y  la variedad de los productos brota también  de  las nuevas relaciones internacionales creadas por la gran industria. No sólo se desarrolla el intercambio de artículos extranjeros de consumo por productos indígenas, sino que la industria nacional va utilizando, como medios de producción, una cantidad cada vez mayor de materias primas, ingredientes, artículos a medio fabricar, etc., importados del extranjero. Estas relaciones internacionales provocan un alza de la demanda de trabajo en la industria del transporte, haciendo que ésta se desdoble en numerosas variedades nuevas.

El número de obreros empleados en estas ramas nuevas de producción crece en razón directa a la medida en que se reproduce la necesidad de los trabajos manuales más toscos. Como industrias principales de este género pueden citarse, en la actualidad, las fábricas de gas, el telégrafo, la fotografía, la navegación a vapor y los ferrocarriles. (pag.370)

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